Tal día como hoy del año 1898, hace 123 años, en el contexto de las semanas inmediatamente posteriores a la derrota española en la tercera y definitiva guerra colonial de Cuba (1895-1895) el diario El Tiempo de Madrid publicaba un artículo titulado "Sin pulso", firmado por el diputado conservador Francisco Silvela, que señalaría el inicio de una corriente ideológica marcada por la nostalgia que dominaría el nacionalismo español durante décadas. En el plano intelectual, aquella corriente nostálgica se plasmaría en la llamada "literatura del desastre", cultivada por un grupo de escritores que se denominarían Generación del 98. Tanto en la vertiente ideológica como en la intelectual, el tema recurrente era la nostalgia por la desaparición del imperio español.

Aquel artículo decía: “Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarán, sin duda, el mal: discurrirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios; pero el más ajeno (...) observa este singular estado de España: dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso. Monárquicos, republicanos, conservadores, liberales, todos los que tengan algún interés en que este cuerpo nacional (...) se alarmen y preocupen con tal suceso. Las turbulencias se encauzan; las rebeldías se reprimen; hasta las locuras se reducen a la razón por la pena o por el acertado régimen: pero el corazón que cesa de latir y va dejando frías e insensibles todas las regiones del cuerpo, anuncia la descomposición y la muerte”.

A partir de la publicación de aquel artículo, la política de liberales y conservadores (que, inmersos en un paisaje de corruptela, pactarían durante décadas una alternancia en el poder) se esforzaría en reforzar la idea de una España unitaria y homogénea, exclusivamente de fábrica castellana, que había sido impuesta a sangre y fuego por el régimen borbónico después de la Guerra de Sucesión (1705-1715) y sublimada por los regímenes constitucionales del siglo XIX. En el proceso de refuerzo de esta idea, los gobiernos liberales y conservadores españoles de principios de 1900, presentaron los movimientos reivindicativos catalanes, vascos y gallegos como una verdadera amenaza a la unidad y a la supervivencia de España; e hicieron llamamientos constantes a erradicarlos y a liquidarlos.