Tal día como hoy del año 1506, hace 513 años, moría en Valladolid (Corona de Castilla y León), oficialmente a causa de una insuficiencia cardiaca, el cartógrafo, navegante y explorador Cirstóbal Colon, que fue la primera autoridad europea —política y militar— en el nuevo continente. Cuando sucedió su defunción, Colón estaba en Valladolid negociando con la cancillería del rey Fernando el Católico (Isabel la Católica había fallecido el 1504), la recuperación de los derechos que le correspondían en la empresa americana, pactados en las Capitulaciones de Santa Fe (1492) —previamente al primer viaje— y que posteriormente le habían sido arrancados de cuajo por la monarquía hispánica (1500) en un golpe de fuerza que muchos historiadores han calificado como un verdadero golpe de estado.

El día antes de su muerte, el 19 de mayo, Colón otorgó testamento a favor de sus hijos (Diego y Fernando), de su hermano (Bartolomeo) y de su segunda esposa (Beatriz Enríquez). Aquel testamento, redactado por Pedro de Hinojedo (escribano de cámara y notario público de la cancillería hispánica), revela que la muerte le sobrevino mucho antes de conseguir el propósito que lo había llevado a Valladolid. En el reparto de su patrimonio hace referencia a una cantidad que, en virtud de las Capitulaciones de Santa Fe, le debe la monarquía hispánica y que, él mismo, duda que llegará a cobrar. Más concretamente habla de una suma de dos millones de morabetinos al año (el equivalente aproximado a 500 millones de euros) que, efectivamente, sus herederos no cobrarían nunca.

Inicialmente Colón fue enterrado en el convento de San Francisco de Valladolid. Veinte años más tarde (1526), María Toledo (viuda de su hijo y heredero de Diego) consiguió cumplir las últimas voluntades de Colón, y sus restos fueron trasladados a la catedral de Santo Domingo. Posteriormente, sus restos acabarían dibujando un estrambótico recorrido que contrasta con el trato que la monarquía hispánica le había dispensado en vida. El año 1795 (cuándo España tuvo que ceder el dominio de la isla Hispaniola en Francia), las autoridades hispánicas trasladarían unos restos, identificados parcialmente como los de Colón, a La Habana. En cambio, los de sus descendientes (hijos y netos de Colón), enterrados también en Santo Domingo, quedarían en el mismo sitio.

Y el año 1898, cuando el ejercido español pierde la Guerra de Independencia de Cuba, pasa lo mismo que un siglo antes en Santo Domingo, y una parte de los restos de Colón acaban trasladados a la catedral de Sevilla. Los investigadores estiman que en el vaso mortuorio actual solo hay el 15 o 20% de los auténticos restos de Cristóbal Colon.