Tal día como hoy del año 2008, hace 10 años, moría en Montserrat el abad emérito del monasterio Cassià Maria Just i Riba, de nombre Joan antes de profesar el sacerdocio. Joan Just (Cassià Maria), nacido en Barcelona en 1926, había pasado la práctica totalidad de su vida vinculado al monasterio de Montserrat. Había ingresado en la vida monástica con dieciséis años (1942), y con veinticuatro (1950) era ordenado sacerdote. Gran apasionado de la música sacra y del órgano, poco después de la ordenación completaría su formación en Roma y París. De retorno, con treinta y ocho años (1964), sería nombrado prior de Montserrat, y dos años después (1966), con solo cuarenta, tomaría el relevo del abad coadjutor Brasó, que había hecho de puente entre el exilio forzado del abad Escarré (1965) y el nombramiento del nuevo abad Just.

El abad Just seguiría la línea oberturista iniciada por el abad Escarré de defensa de los derechos humanos y de la personalidad nacional catalana. Durante los últimos años de la dictadura franquista dio apoyo a las tres huelgas de hambre de Lluís Maria Xirinachs (1968-1973), que reivindicaban la recuperación de las libertades políticas; acogió el encuentro de intelectuales que protestaban contra la aplicación de la pena de muerte —proceso contra los militantes de ETA en Burgos (1970)—, y acompañó a la familia de Salvador Puig Antich, militante anarquista procesado, a su ejecución en un consejo de guerra (1974). Después de la muerte del general Franco apadrinaría la Marcha de la Libertad (1976), que reclamaba la amnistía, las libertad básicas y la recuperación del Estatut d'Autonomia.

El abad Just, fiel a su compromiso con los derechos humanos, reclamó a la Iglesia una postura más abierta y más humana en relación a cuestiones tan polémicas en el ámbito eclesial como el uso de los anticonceptivos, la homosexualidad o la eutanasia, que le provocaría fuertes enfrentamientos con la jerarquía eclesiástica más conservadora. El multitudinario funeral del abad Just, celebrado dos días después de su deceso, reuniría la máxima representación institucional, política, social y cultural del país, con la asistencia de los presidents Pujol, Maragall y Montilla, y de destacadas personalidades del mundo eclesiástico, que de esta forma le reconocían su decidido compromiso y su destacada aportación a una etapa trascendental de la historia de Catalunya.