Tal día como hoy del año 1258, hace 764 años, en Corbeil (reino de Francia), los representantes diplomáticos de las cancillerías de París y de Barcelona firmaban un acuerdo, denominado Tratado de Corbeil, por el cual la monarquía francesa reconocía, de iure, la independencia de los condados catalanes formados durante la etapa carolingia (siglos VIII y IX). Este reconocimiento culminaba la independencia que los condados catalanes ejercían desde hacía, en aquel momento, más de dos siglos, cuando el conde Borrell II de Barcelona se había negado a renovar el pacto de vasallaje a la nueva estirpe real francesa de los Capetos (988) y poco después lo habían seguido el resto de condes catalanes, vinculados familiarmente a los Bellónidas barceloneses.

En contrapartida, la legación catalana renunció a los derechos que el Casal de Barcelona mantenía sobre el Languedoc y la Provenza, fruto de las políticas matrimoniales de los Bellónidas durante los siglos anteriores (antes de la unión dinástica con Aragón), y que ya no ejercían de forma efectiva. El proyecto expansivo catalán hacia el Languedoc y hacia la Provenza, iniciado en tiempo del conde carolingio Widredo el Velloso (siglo IX) y especialmente impulsado por el conde independiente Ramón Berenguer III (1082-1131), se había visto truncado por la reacción francesa —articulada a través de la llamada cruzada contra los cátaros— (principios del siglo XIII) que se había traducido en la catastrófica derrota catalana de Muret (1213) y en la progresiva desaparición de los dirigentes occitanos, aliados de los catalanes.

El Tratado de Corbeil representaría el reconocimiento francés de que el condado de Barcelona había sido una entidad política independiente desde el 988. La monarquía francesa asumía que todo lo que había pasado desde Borrell II, el primer conde independiente de facto, era perfectamente legítimo: la progresiva reunión de los condados catalanes bajo el Casal de Barcelona (siglos X, XI y XII); la unión dinástica con Aragón (siglo XII); la conquista de Mallorca y de València (siglo XIII); y, sobre todo, las alianzas que la cancillería barcelonesa había firmado con varios actores internacionales —en la mayoría de los casos, opuestos a los intereses de París— (siglos X en XIII); y en ningún caso, nada de todo eso era objeto de debate o de reclamación.

En el momento en que se materializó aquel tratado, en París reinaba Luis XI, de la dinastía Capeto; y en Barcelona reinaba Jaime I, el decimoquinto Bellónida.