Tal día como hoy del año 1939, hace 79 años, la prensa de Barcelona publicaba un anuncio oficial del consulado belga en la capital catalana, que reclamaba los padres ―o en el caso de que los progenitores hubieran muerto o fueran ilocalizables, los parientes más próximos― de un contingente de ochenta y cuatro niños y niñas, la mayoría catalanes, que habían sido enviados a Bélgica poco después de que el ejército franquista iniciara la ocupación de Catalunya (enero de 1938). Aunque la antigua Unión Soviética sería el estado que acogería a más niños refugiados de guerra republicanos (se estima que más de 3.000), otros países como Gran Bretaña, Dinamarca o Bélgica también contribuirían.

Aquellos niños y niñas habían sido, mayoritariamente, enviados por sus progenitores, que les querían alejar de la tragedia de la guerra. En aquella lista había ocho parejas de hermanos. También había una niña de cuatro años "llamada Victoria" y otra niña de tres años "de la cual se desconoce el nombre" que, probablemente, habían perdido los padres bien durante la retirada republicana (febrero-marzo de 1939) o bien durante los primeros meses de exilio (marzo-octubre de 1939) en los territorios francés o belga. Sea como sea, aquellas ochenta criaturas ―con edades que oscilaban entre los tres y los once años― habían sido acogidas y vistas por el estado y las organizaciones humanitarias belgas.

Se publica la lista de niños refugiados de guerra republicanos en Bélgica (2). Fuente Blog Exile (Pilar Rovira)

No hay constancia del efecto de aquel llamamiento. El silencio de la prensa en las semanas posteriores ―más cuando el régimen franquista presentaba estas "devoluciones" como un éxito de su maquinaria diplomática―, lo corrobora. En cambio, se menciona claramente que aquellos niños y niñas refugiados estaban en territorio belga. Y eso apunta a que aquellas criaturas, hijos de republicanos que podían estar aprisionados, exiliados o muertos, no fueron repatriadas. Investigaciones recientes revelan que, acto seguido, los gobiernos británico, danés y belga pusieron en marcha una campaña de apadrinamiento, que llegó hasta los Estados Unidos, y en la cual participaron importantes personalidades del mundo de la cultura y de las artes.