Tal día como hoy del año 1939, hace 81 años, en Barcelona, en el contexto de los meses inmediatamente posteriores a la conclusión de la Guerra Civil española (1936-1939), se iniciaba el juicio contra Alphonse Laurencic, militante de la CNT-FAI y de la UGT y arquitecto de las chekas de Barcelona, centros ilegales de detención utilizados por la FAI y por el PCE durante el conflicto, y donde se torturó y asesinó a centenares de personas: religiosos, empresarios, políticos, periodistas o activistas, muchos de ellos relacionados con el catalanismo político o cultural.

Laurencic había nacido en Enghien-les-Bains (una pequeña población a los alrededores de París) el año 1902, y su familia era originaria de Croacia (hasta 1919, una posesión del Imperio austrohúngaro). Según la investigación historiográfica, Laurencic había estudiado arquitectura en Viena, y llegó al estado español en 1923 —poco después del golpe de estado de Primo de Rivera—. En aquel momento se alistó a la Legión española. Como militar español participaría en las campañas coloniales en el norte de África (1923-1926) y en la represión de la Revolución de Asturias (1934) y alcanzaría el grado de sargento.

Laurencic no había tenido nunca ninguna relación con Barcelona, hasta que, pocos meses antes del estallido de la guerra y coincidiendo con el indulto al Govern de Catalunya (marzo de 1936), misteriosamente se instaló en la ciudad. A partir del estallido de la guerra, se convertiría en un siniestro personaje que algunos historiadores han visto como un doble espía, y otros como un simple estafador. Y cuando las tropas rebeldes franquistas estaban completando la ocupación de Catalunya (enero de 1939), se entregó voluntariamente a la Legión Cóndor (del régimen nazi alemán), presentándose como una víctima del terror rojo separatista.

Fue acusado del diseño arquitectónico de las checas de Barcelona y de haber participado, directamente, en el secuestro, tortura y asesinato de docenas de personas y en el espolio de sus cadáveres. En aquel juicio admitió buena parte de los cargos y, oficialmente, lo justificó afirmando que cumplía órdenes dictadas por las direcciones de la FAI y del PCE. Fue condenado a muerte y fusilado el 9 de julio de 1939; en plena campaña de eliminación de los elementos que habían formado parte de los siniestros vasos comunicantes entre la FAI y la Falange.