Tal día como hoy del año 1632, hace 385 años, nació en Wrington (Inglaterra) el filósofo y economista inglés John Locke, que postularía un modelo político y económico que inspiraría la revolución republicana holandesa de los hermanos Witt (1667) y la catalana del Pacto de Génova (1705) —contraria a las políticas absolutistas del primer Borbón—. En el caso catalán, la máxima lockeriana "El rey reina, pero no gobierna" —que era el principio del derecho político inglés— sería el nervio ideológico de las clases mercantiles catalanas que lideraron la revolución antiborbónica que conduciría, inicialmente, a la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715).

La revolución catalana de 1705 estaba plenamente inspirada en los cinco principios de la teoría de Locke: autoridad compartida, fraccionada y limitada; universalidad de la ley sin privilegios por condición social; sumisión del rey al Parlamento; facultad popular para modificar o actualizar la ley sin necesidad de pactarla con el rey; y libertad de conciencia y de culto para el ejercicio de responsabilidades políticas. Era, en definitiva, un contrato social que, adaptado a la realidad catalana, actualizaba la relación histórica entre los príncipes de Catalunya —los sucesores de los condes de Barcelona— y los estamentos políticos —representantes de la sociedad— que gobernaban las instituciones.

El pensamiento lockeriano llegó a Catalunya, en buena parte, por las estrechas relaciones entre las clases mercantiles de Londres, Ámsterdam y Barcelona durante el periodo de entreguerras —entre la Revolución de los Segadores (1640-1652) y la Revolución antiborbónica (1705-1715)—. El derecho a la revolución que postulaba Locke se adaptaba como un guante a la necesidad de poner freno a las políticas absolutistas y despóticas —una auténtica amenaza al crecimiento político y económico de Catalunya— que practicaban los Borbones en Francia; y que, con el cambio de dinastía en el trono hispánico (1700), pretendían importar e implantar en el conjunto de sus dominios.