Tal día como hoy del año 1594, hace 424 años, nacía en Viladrau (Osona) —entonces un pequeño pueblo de 200 habitantes— Joan Sala i Ferrer que, años más tarde, se convertiría en una de las principales figuras del fenómeno del bandolerismo catalán. Joan Sala había nacido en el Mas de la Sala, situado a tres kilómetros en el suroeste del núcleo poblacional, en una familia de agricultores y ganaderos que habían accedido a la propiedad de la tierra después de las reformas agrarias impulsadas por la victoria campesina en las Guerras de los Remences (1448-1485). Sala adquiriría el sobrenombre de Serrallonga por su matrimonio con Margarida Tallades, heredera del Mas Serrallonga del término de Sant Hilari Sacalm (La Selva).

Joan Sala ingresó en el mundo del bandolerismo impulsado por las circunstancias generales que habían convertido el Principat en un gran escenario de violencia. La crisis económica de 1627-1631 provocada por los especuladores de alimentos —amparados por la corrupta administración hispánica— expulsó miles de personas del sistema. Los desahucios al pequeño campesinado y a los pequeños artesanos preindustriales rurales, causados por la caída de precios que se pagaban a los productores, provocó un incremento sustancial del fenómeno bandolero. En 1635 se estima que el 20% de la población vivía en comunidades forestales incontroladas que se sostenían, en buena parte, con la actividad del bandolerismo.

Nace Joan Sala, Serrallonga figura bandera del bandolerismo catalán. Grabado contemporáneo. Font Wikimedia

Desde el año 1631, con el pretexto de acabar con el fenómeno del bandolerismo, el ministro plenipotenciario hispánico Olivaste ordenó la ocupación militar castellana del Principat. Cuatro años más tarde, había desviado el frente de guerra franco-hispánico desde Flandes y el Milanesado al Principat; y había estacionado 40.000 soldados para una población de 400.000 habitantes. En aquel contexto la violencia se desató. Los Tercios de Castilla perpetraron miles de robos, palizas, violaciones, amputaciones y asesinatos que quedarían impunes. Serrallonga, que con sus acciones vengaba las agresiones cometidas sobre la población, se convertiría en un ídolo de las clases populares catalanas.