Tal día como hoy del año 1309, hace 712 años, las tropas del conde-rey Jaime II ponían sitio a la ciudad de Al-Mariya (la actual Almería y, en aquellos momentos, uno de los principales puertos del reino nazarí de Granada). Las tropas catalanoaragonesas, formadas por unos 10.000 efectivos, habían desembarcado pocas semanas antes a las afueras de la ciudad, habían construido un enorme campamento y habían encarado las máquinas de guerra hacia la muralla con el propósito de romper las defensas y asaltar la muralla.

Aquella operación formaba parte de un tratado que, poco antes, habían firmado Fernando IV ―rey de la corona castellanoleonesa― y Jaime II ―rey de la corona catalanoaragonesa― para la conquista y reparto del reino nazarí de Granada. Según las condiciones de aquel tratado, a Jaime II le correspondía atacar el extremo oriental de Granada (la ciudad y campo almeriense) y, en compensación y después de la conquista, incorporaría el sureste peninsular a sus dominios.

A pesar del extraordinario despliegue de fuerzas catalanoaragonesas, los habitantes almerienses resistieron bien el asedio y, finalmente ―pasados cuatro meses―, las tropas catalanoaragonesas acabarían levantando el campamento y dando por concluida ―y sin éxito― aquella operación. Incluso, y según las fuentes, en alguna ocasión los defensores habían disuadido a los atacantes tirándoles las aguas negras de la ciudad, transportadas desde las fosas sépticas hasta la muralla.

Las mismas fuentes revelan que la mayoría de las fuerzas catalanoaragonesas fueron evacuadas por mar, excepto una pequeña minoría que por iniciativa propia siguió el camino de retorno por tierra. Entre estos últimos, la gran mayoría murieron antes de llegar a casa, en muchos casos víctimas de asaltos y en otros por las enfermedades que habían contraído durante el asedio. Probablemente, el lanzamiento de aguas negras por parte de los defensores habría tenido un efecto devastador entre los atacantes catalanoaragoneses.