Tal día como hoy del año 1924, hace 95 años, la élite de la intelectualidad castellana formada por más de cincuenta personalidades firmaban y entregaban al dictador Primo de Rivera un manifiesto titulado Homenaje a la lengua catalana, pidiendo que el Gobierno reconsiderara las medidas de persecución que había dictado contra la lengua y la cultura catalanas. Seis meses antes, el 13 de septiembre de 1923, el general Primo de Rivera había perpetrado un golpe de estado que había puesto fin a medio siglo de régimen constitucional y que había intervenido y liquidado la Mancomunitat de Catalunya ―que había dado pasos muy firmes para normalizar la lengua y la cultura catalanas― para considerar que “su obra ayudaba a deshacer la unidad de España”. Desde el golpe de estado, el uso público del catalán o la presencia pública de la bandera estaban prohibidos y perseguidos.

Aquel manifiesto estaba firmado por personalidades de diferentes ideologías como el médico, científico y pensador Gregorio Marañón; el jurista Ángel Ossorio Gallardo ―que el año 1935 defendería al president Companys en el juicio por los hechos del Seis de Octubre―; el político Manuel Azaña ―que entre 1936 y 1939 sería presidente de la República―; el pensador y filósofo José Ortega y Gasset; el filólogo e historiador castellanista Ramón Menéndez Pidal; los políticos, juristas e hijos de expresidentes españoles Gabriel Maura ―hijo del líder conservador ultracatólico Antonio Maura― y José Maria Canalejas ―hijo del líder liberal federalista José Canalejas―; los dirigentes socialistas Fernando de los Ríos y Luis Araquistáin, y los escritores y periodistas José Martínez Ruiz, conocido como Azorín, Concha Espina y Ramon Gómez de la Serna, entre muchos otros.

En aquel manifiesto se destacaba que: "El simple hecho biológico de la existencia de una lengua, obra admirable de la naturaleza, y de la cultura humana, es algo siempre acreedor al respeto y a la simpatía de todos los espíritus cultivados”. Y proseguía, referido en la lengua catalana, que “es la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y nosotros ante el temor de que esas disposiciones puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, siendo en lo futuro un motivo de rencor (...) diciendo a Cataluña que las glorias de su idioma viven perennes en la admiración de todos nosotros, y serán eternas mientras imperen en España el culto y el amor desinteresado a la belleza (...) no podemos tampoco olvidar que de Cataluña hemos recibido altísimas pruebas de comprensión y cariño”.