Tal día como hoy del año 1815, hace 204 años, se inauguraba la primera línea regular de diligencias de la historia de Catalunya y de la península Ibérica (transporte de viajeros y mensajería). Aquella iniciativa partía de Josep Brunet, un pequeño empresario reusense del transporte que, de esta manera, cubría una fuerte demanda de comunicación diaria entre los comerciantes y los industriales de Barcelona y de Reus, entonces los dos principales núcleos demográficos y económicos del Principat. El 1 de marzo de 1815, al amanecer, salía de Reus (de la calle de Jesús, junto a la plaza del Mercadal), la primera diligencia regular que llegaría a Barcelona (a la rambla de los Caputxins) pasadas diez horas. Al día siguiente haría el trayecto a la inversa y, de esta forma, sucesivamente.

Aquel viaje tenía un coste inicial de 30 reales (el equivalente actual aproximado a 300 euros) y sólo comprendía el transporte. Los viajeros tenían que costearse el avituallamiento que, generalmente, se hacía en los hostales de Vilafranca del Penedès. Inicialmente, la diligencia transportaba de 6 a 8 personas pero, posteriormente, se introdujeron carruajes de más capacidad que podrían desplazar hasta 20 viajeros. El trayecto de aquella diligencia se haría sobre el trazado de las carreteras que unían Reus y Barcelona, a través de Tarragona, el Vendrell, Vilafranca y Martorell. Según las fuentes documentales, aquella línea tuvo un gran éxito comercial, y estuvo activa hasta el año 1865, que entró en servicio la línea ferroviaria que unía Reus con Barcelona en poco más de cuatro horas.

El principal enemigo de la línea regular de diligencias sería la inseguridad de los caminos y carreteras: las guerras y el bandolerismo. Según las fuentes documentales, en varios periodos conflictivos las Milicias Nacionales (cuerpos paramilitares locales de voluntarios de ideología liberal) custodiaron el trayecto. También, según las fuentes, durante la etapa de máxima intensidad de la Primera Guerra Carlista (1833-1840) se desvió la línea desde Reus hacia el puerto de Tarragona, donde los pasajeros eran embarcados hasta el puerto de Barcelona, y a la inversa. En el periodo entre la primera y la segunda guerras carlistas (1840-1846) sufriría, también, la amenaza de los excombatientes carlistas que la derrota de su causa había expulsado del sistema y convertido en bandoleros.