Tal día como hoy del año 843, hace 1.178 años, en Verdún (reino de Francia) los tres nietos del emperador Carlomagno se repartían la herencia y troceaban el imperio Carolingio. Aquel convenio, que fue denominado Tratado de Verdún, confirmó el mapa que ya se había dibujado previamente.

El reino de Francia (desde Amberes a Barcelona y desde Lyon al Atlántico) quedaba para Carlos; el reino de Lotaringia (que ocupaba una franja de terreno desde los Países Bajos hasta los Alpes y la mitad norte de la península italiana) quedaba para Lotario; y la vieja Germania (desde Baviera a Hamburgo y desde el Rin al Óder) quedaba para Luis. Aquella partición implicó que el marquesado de Gotia (los condados languedocianos y catalanes) pasaran a dominio de Carlos el Calvo, el primer rey, estrictamente, de Francia. Mientras que el condado de la Provenza, territorio con el cual languedocianos y catalanes mantenían una intensa relación cultural y comercial, quedaría en poder de Lotario.

Después de la independencia de los condados catalanes (987) —la mitad sur del marquesado de Gotia— y, posteriormente, de algunas baronías provenzales, las relaciones —que no llegaron a desaparecer nunca— se intensificaron. A principios del siglo XII, Barcelona, Niza y Génova ya firmaban tratados comerciales y de protección mutua. Y forjaron alianzas en operaciones conjuntas de gran envergadura, como el primer intento de conquista de Mallorca (1114) —un siglo antes que la empresa de Jaime I—, que estuvo participada por Barcelona y Pisa, principalmente, y Génova y Niza, en menor medida. La primera constancia documental del gentilicio catalán viene de esta empresa.