Tal día como hoy del año 1931, hace 88 años, el president Francesc Macià acordaba con las autoridades militares españolas en Catalunya el desarme y disolución del cuerpo paramilitar del somatén. Únicamente se contemplaba la permanencia transitoria de este cuerpo en las zonas rurales del país, mientras no se producía el despliegue de los Mossos d'Esquadra, que la Generalitat había previsto transformar en un cuerpo de policía moderno e integral. Las negociaciones por el traspaso de la competencia de orden público ya se habían iniciado ―las conducía el conseller Tarradellas― y culminarían pocos meses después. Mientras tanto, y en virtud de los pactos entre los gobiernos provisionales de Catalunya y de la República española del 17 de abril de 1931, la Generalitat había iniciado el despliegue de la policía catalana en la ciudad de Barcelona.

La historia del somatén se remontaba a la edad media. Hasta la ocupación borbónica del país (1714), el somatén había sido un cuerpo formado por civiles armados que, únicamente, se movilizaba en caso de conflicto militar y por orden de las autoridades municipales o de los Brazos Estamentales (el equivalente al Parlamento). Felipe V, el primer Borbón hispánico, los perseguiría y los proscribiría, por su lealtad a las instituciones catalanas y a la causa austriacista. Más adelante, a finales de la centuria de 1700 y al principio de la de 1800, en los episodios bélicos que enfrentarían Francia y España, los capitanes generales borbónicos autorizarían su movilización puntual, siempre bajo la autoridad militar española. Y durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), serían, de nuevo, restaurados en la zona dominada por los partidarios del pretendiente Carles Maria Isidre.

Durante la etapa borbónica (1714-1931) los mandos locales, nombrados a dedo por la administración española, imprimirían al somatén una ideología ultraconservadora, tradicionalista, monárquica y españolista. Fueron movilizados en repetidas ocasiones para reprimir las revueltas populares (producidas por la falta de alimentos) o para aplastar las protestas obreras (producidas por las pésimas condiciones de trabajo en las primeras fábricas). Durante la segunda mitad de la centuria de 1800, especialmente en los grandes centros industriales del país, se convertirían en una temida fuerza paramilitar autóctona al servicio de las autoridades españolas que los desprestigiaría definitivamente. También, en las primeras décadas del siglo XX, la prensa de la época denunciaría la estrecha relación entre el somatén y el pistolerismo de la patronal.