Tal día como hoy del año 1880, hace 141 años, en Papeete (entonces protectorado francés de Tahití) el rey Pomare V —último monarca tahitiano— firmaba la abdicación de la corona en favor de la República francesa. Tahití era un protectorado francés desde 1843 y la anexión definitiva sería la culminación de un escenario de conflictos internos (entre las aristocracias locales y la monarquía tahitiana) que la administración francesa aprovecharía en beneficio propio. El año 1880, Tahití —antigua isla del virrey Amat— veía transformado su estatus: pasaba de la categoría de protectorado a la de colonia.

El primer europeo que había cartografiado Tahití (1606) había sido el navegante portugués Pedro Fernández de Quirós, al servicio de la monarquía hispánica (en aquel momento Portugal formaba parte del edificio político hispánico). Pero, hasta pasado más de un siglo y medio, aquella isla no despertaría el interés de las cancillerías europeas. El inglés Samuel Wallis y el francés Louis de Boungaville (1767) serían los primeros europeos que pondrían los pies en Tahití. Incluso, el inglés James Cook haría varias estancias (1769-1773) y sus oficiales elaborarían los primeros estudios etnográficos y botánicos de la isla.

Pero en 1772, Manuel de Amat y Junyent (Vacarisses, 1704 – Barcelona, 1782), en aquel momento virrey hispánico del Perú, ordenó una expedición de conquista y evangelización de la isla. El capitán vasco Domingo de Boenechea tomó posesión de la isla en nombre del rey hispánico Carlos III y la bautizó "Isla del virrey Amat”, en honor al promotor de aquella operación. Amat justificó la invasión esgrimiendo los supuestos derechos que le correspondían a la corona española en virtud de las cartografías pioneras de Fernández de Quirós (1606).

En la correspondencia que envía a la corte, el virrey Amat destacaba la importancia estratégica de la isla (a medio camino entre Lima y Manila). Incluso argumentó que en la isla vivían descendientes de la expedición de Fernández de Quirós, que se habían mezclado con la población autóctona, pero que conservaban cierta liturgia cristiana; y que como tales tenían derecho a recuperar la condición de súbditos de la corona española que habían ostentado sus antepasados. Pero Carlos III acabaría desestimando totalmente la operación y la expedición se acabaría replegando (1775).