Tal día como hoy del año 1857, hace 164 años, se tomaba como referencia el cálculo del primer censo de la historia de España que se efectuaría con una metodología plenamente moderna. La historia de los censos de España remontaba a 1768 (censo de Aranda). Con anterioridad —durante la edad media y moderna—, los diferentes estados peninsulares calculaban de forma totalmente independiente su población. Incluso, en la corona catalanoaragonesa, los diferentes estados que integraban aquel edificio político calculaban su población de forma independiente. En Catalunya, durante los siglos XIV, XV, XVI y XVII se habían realizado recuentos de población denominados "fogajes".

El censo de 1857 dio para Catalunya una población total de 1.652.291 habitantes, que representaban el 10,68% de los 15.464.340 residentes en el estado español. Aquel censo reveló que Catalunya tenía una población muy joven: más de un tercio de los catalanes y catalanas tenían menos de 16 años de edad. Por segmentos de edades, los más numerosos eran el de 0 a 7 años (con 315.326 personas, que representaban el 19,08% de la población) y el de 8 a 15 años (con 262.508 personas, que representaban el 15,88% de la población). En cambio, sólo había 26.292 personas que superaban los 70 años de edad (que representaban, tan sólo, un 1,59% de la población).

Aquel mismo censo revelaría que la población catalana estaba inmersa en un proceso de urbanización. Las áreas urbanas de las quince primeras ciudades del país ya concentraban una tercera parte de la población. El ranking estaba liderado por Barcelona, que —todavía dentro de murallas por imposición del régimen borbónico— censaba 235.060 habitantes y ya era el segundo núcleo demográfico peninsular (sólo superado por Madrid, con 281.170 habitantes). La seguían Reus (28.171), Tortosa (24.977), Lleida (19.627), Tarragona (18.023), Gràcia (17.147), Mataró (16.595), Manresa (15.264), Sant Andreu (15.000), Girona (14.615), Vic (14.343), Igualada, (14.000), Valls (13.588), Olot (10.452) y Figueres (10.370).