Tal día como hoy del año 1705, hace 215 años, en el contexto de la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715), Pau Ignasi de Dalmases Ros, embajador de la Generalitat en la corte de Felipe V, llegaba a Burgos (Castilla) para ser confinado, siguiendo órdenes del rey hispánico. Dalmases había sido detenido y encarcelado en Madrid el mismo día que ocupaba su cargo (6 de febrero de 1705) acusado de formar parte del partido austriacista en Catalunya. Aquella medida aceleraría las negociaciones entre las instituciones políticas catalanas (Generalitat y Consell de Cent) y los representantes de la reina Ana de Inglaterra, que culminarían con la firma del Tratado de Génova —el 20 de junio de 1705: la adhesión de Catalunya a la alianza internacional austriacista.

Felipe V había previsto un largo confinamiento. Por este motivo también ordenó que Dalmases fuera desinsaculado (prohibió su candidatura) para ocupar cualquier cargo en el Consell de Cent o en la Generalitat. El día que fue ordenado su confinamiento (junto con su secretario Joan Faust de Potau), Felipe V envió una misiva a Fernández de Velasco, virrey hispánico en Catalunya, que decía: “He resuelto que a don Pablo Ingazio de Dalmases, que se halla preso en esta corte (...) passe a Burgos (...)  y que assí mismo se le desenvicule de todas las bolsas de la ciudad de Barcelona y Deputación de essa provincia (...)  he querido avisar y ordenar y mandaros como lo hago déis las órdenes que convengan a fin de que se execute la desensiculación de este sujeto”.

Dalmases estaría confinado en Burgos hasta una fecha indeterminada. Pero lo que se sabe es que en abril de 1713, después de la firma del Tratado de Utrecht que pretendía poner fin al conflicto sucesorio hispánico, la Generalitat lo nombraría embajador en Londres, ante la corte de la reina Ana. Su gestión diplomática en Londres intentó revertir el Tratado de Utrecht: propuso proclamar una República catalana bajo la protección de Gran Bretaña, o integrar Catalunya como un estado semiindependiente en el edificio político de los Habsburgo de Viena. Pero los resultados de su tarea no se materializaron, tan sólo, por una semana: Barcelona capituló pocos días antes de la entronización del rey Jorge de Inglaterra, partidario de la causa catalana.