Tal día como hoy del año 1584, hace 436 años, en Delft (Países Bajos) moría Guillermo de Orange, líder del partido independentista neerlandés, a causa de los tiros que el día anterior le había disparado a bocajarro Balthasar Gérard, agente al servicio de la monarquía hispánica. Según la historiografía española, el rey Felipe II lo había declarado rebelde y había ofrecido 25.000 coronas (el equivalente a 15 millones de euros) a quien lo asesinara.

El relato de aquel atentado varía según lo explica la historiografía española o neerlandesa. Así, la historiografía española dice que Gérard se infiltró en el palacio de Orange haciendo uso, únicamente, de sus habilidades y que le causó la muerte inmediatamente. Sin embargo, la historiografía neerlandesa lo explica como una operación de estado, en la que estaban implicados algunos miembros de la guardia, y que Orange, malherido, sobreviviría unas horas.

El relato español explica que Gérard llegó, sin oposición, hasta unos metros escasos de Orange, y que fue apresado porque no tenía un plan de huida. En cambio, la investigación neerlandesa pone especial énfasis en el hecho de que Gérard, en su recorrido desde la puerta (la entrada) hasta el patio (donde fue detenido), pasando por la estancia privada de Guillermo (donde cometió el atentado), siempre estuvo rodeado por los mismos guardias.

La historiografía española dibuja a Gérard como un integrista católico nacido en Franco Condado que actuó por convicciones religiosas, y que fue interrogado y torturado pero no reveló el nombre del monarca hispánico como inductor del crimen. Finalmente fue ejecutado y descuartizado. Pero, reveladoramente, su familia no recibió nunca la recompensa, que, según la investigación española, habría sido uno de los móviles del crimen.

El asesinato de Guillermo de Orange provocaría una reacción que se traduciría en la intensificación del conflicto armado que devastaba el territorio, y se contextualiza en el marco de actuaciones de las cloacas hispánicas de la época. Como, también, posteriormente lo sería el misterioso envenenamiento del president Pau Claris (1641); que, dos meses antes de ser asesinado, había proclamado la I República Catalana.