Tal día como hoy del año 1795, hace 226 años, en Basilea (Confederación Helvética), los representantes diplomáticos Domingo de Iriarte y François Barthélemy firmaban el Tratado de Basilea, que ponía fin a la Guerra Grande (1793-1795) —también conocida como Guerra de la Convención—, que había enfrentado el reino de España y la joven República Francesa en los campos de batalla del Rosselló. Aquel conflicto había estallado en el momento en que la Convención Nacional Francesa había decidido exportar la Revolución a Catalunya y al País Vasco, territorios que, a causa de una crisis económica y alimentaria de grandes dimensiones, estaban inmersos en un paisaje de fuerte conflictividad social.

El 7 de marzo de 1793 la República Francesa había declarado la guerra a la monarquía española y había iniciado la ocupación militar del Alt Empordà y de la Baixa Cerdanya. La monarquía española reaccionaría con un contraataque que, inicialmente, condujo a los ejércitos del general Ricardos hasta las puertas de Perpinyà. Pero, finalmente, los franceses reocuparían los territorios que habían ganado en la primera fase de la guerra. En conjunto, el operativo militar español fue un completo desastre que se saldó con una derrota humillante: el ejército de la joven República Francesa —limitado por las especiales circunstancias políticas que vivía Francia— se había impuesto claramente al ejército real español.

Efectivamente, en el transcurso de la guerra, la República Francesa había vivido episodios de gran conflictividad interna (la caída del Régimen del Terror y la ejecución de Robespierre) que lo obligaban a abandonar, transitoriamente, el proyecto que había motivado aquel conflicto. Por este motivo, la República Francesa ofreció una compensación territorial a cambio de la paz. Y aunque, inicialmente, los franceses plantearon entregar los condados catalanes norpirenaicos, al constatar la preferencia española por un territorio americano, acabarían cediendo la mitad occidental de la isla Española (actual Haití), sobre la cual el reino de España no conseguiría nunca ejercer un dominio efectivo.