Tal día como hoy del año 1810, hace 210 años, durante el reinado de Napoleón Bonaparte en Francia y de José I Bonaparte en España, la cancillería de París decretaba la incorporación de Aran al Primer Imperio francés. De esta forma, la nueva frontera entre los dominios de Napoleón y de José I quedaba fijada en la cresta de los Pirineos; siguiendo la línea geodésica que separa las cuencas de la Noguera Pallaresa y del Garona al este (puerto de la Bonaigua); y de la Noguera Ribagorçana y del Garona al sur (Hospital de Vielha). Después de aquella modificación de límites, Aran sería integrado en el Departamento del Alta Garona, con capital en Tolosa de Languedoc.

El criterio que argumentaron las autoridades francesas fue que el territorio de Aran pertenecía a la cara norte de los Pirineos y a las cuencas hidrográficas atlánticas; y por lo tanto, económicamente estaba más vinculada a los territorios del sur de Francia. En cambio, de la lengua común -el occitano- no hizo ninguna mención. Aquella medida representaría la primera y la única vez que Aran, que estaba vinculada políticamente al Principado desde 1313, era separada de Catalunya. Incluso, Aran era el último y único territorio donde todavía, después de un siglo de ocupación borbónica, eran vigentes las Constituciones de Catalunya, como texto supletorio de la Querimònia (la carta magna aranesa).

Esta situación se prolongaría hasta 1812, que la cancillería de París decretó la incorporación del Principado de Catalunya al Primer Imperio francés. No obstante, la economía aranesa no se vería especialmente afectada. Durante aquellos dos años, los grandes rebaños araneses de ganado siguieron utilizando las vías pecuarias tradicionales (los pastos de invierno de las llanuras de Urgell y de Lleida). En cambio, políticamente, representó un golpe importante: la administración francesa liquidó el autogobierno y el fuero propio. Cuando Fernando VII retornó al trono español (1814), lo recuperó mínimamente, para liquidarlo definitivamente en 1827.