Tal día como hoy del año 1555, hace 465 años, moría en Tordesillas (Castilla), Juana de Aragón y de Castilla, tercera hija (segunda chica) del conde-rey Fernando II de Catalunya-Aragó y de la reina Isabel I de Castilla-León. Juana se convirtió en heredera de la corona castellano-leonesa después de la prematura muerte de su hermano mayor Juan (1497), pasando por delante de su hermana mayor Isabel (casada con el rey Manuel I de Portugal), porque la reina católica temía que Castilla quedara disuelta por las ambiciones portuguesas. En cambio, nunca fue nombrada heredera de la corona catalano-aragonesa.

La historia personal de Juana fue una tragedia. Fue casada por la fuerza con Felipe de Habsburg —heredero del archiducado de Austria, y de los condados independientes de Borgoña y de Flandes—. Contra lo que ha predicado la historiografía oficial, la prematura muerte de Felipe (1506) —que la investigación moderna apunta que estaría inspirada por Fernando el Católico— no sería la causa de sus episodios de demencia. La misma investigación afirma que aquellos episodios, que en ningún caso la limitaban intelectualmente, estarían causados por una enfermedad venérea que le habría contagiado su marido.

Después de la muerte de Isabel la Católica (1504), Juana fue convertida en el instrumento de disputa entre la aristocracia castellano-leonesa y Fernando el Católico por el trono de Toledo. Fernando quería ocupar el trono en solitario, pero fue forzado a aceptar un triunvirato formado por él mismo, por Juana y por Felipe. Los enfrentamientos continuos entre Ferrnando y Felipe colocaron a Juana en una situación límite. Fue entonces cuando la aristocracia castellana —que, interesadamente, posicionó a favor de Felipe y Juana— despachó a Ferrnando (1506) con la expresión que quedaría para la historia "viejo catalanote, vuélvete a tu nación".

Eso explicaría la intervención de Fernando en la repentina y prematura muerte de su yerno. Y las consecuencias serían la prueba más manifiesta que Juana no había sido nunca nada más que un instrumento político en manos de las dos partes en conflicto. Fernando retornó a Castilla, ordenó recluir a Juana —acusándola falsamente de demencia— y ejerció el poder en solitario. Pero con la muerte de Fernando (1516), las aristocracias castellanas prescindieron totalmente de Juana, y con el mismo falso pretexto que había utilizado a Fernandoa, la mantuvieron recluida en un castillo, y proclamaron rey  su hijo Carlos de Gante (1518).