Tal día como hoy del año 1939, hace 82 años, en el contexto de los meses inmediatamente posteriores a la ocupación franquista de Catalunya, y a la conclusión de la Guerra Civil española, en el -entonces- aeródromo del Prat, aterrizaba inesperadamente el general Queipo de Llano, uno de los elementos más destacados del bando rebelde y del nuevo régimen surgido del conflicto. Queipo de Llano era, también, uno de los elementos más radicales del régimen, y desde el inicio de la guerra, a través de las retransmisiones de Radio Sevilla, había mantenido una actitud de permanente desafío al liderazgo del general Franco. Él fue quien apuntó públicamente a una presunta condición homosexual de Franco, y quien popularizó la cita "Paca, la culona" referida al dictador.
También desde los micrófonos de Radio Sevilla había contribuido poderosamente a alimentar el odio y la crudeza del conflicto. Su discurso, lleno de insultos y de amenazas, rápidamente se convertiría en parte importante del lenguaje coloquial de los partidarios del bando rebelde. El término "rojo-separatista" acompañado de "ratas", "hordas", "maleantes", "indocumentados", "canallas" o "hebreos" se convirtieron en términos habituales del vocabulario nacionalista español para referirse a los políticos republicanos catalanes. En una ocasión se dirigió por radio a un comandante republicano y lo amenazó diciéndole: “tenemos a tu familia en nuestro poder y todos ellos pagarán por sus vidas por lo que tú hagas”, sugiriendo que haría bolsos y zapatos con su piel.
Aquella misteriosa escala alimentó el mito de los rivales de Franco que habían muerto en accidente de aviación: el general Sanjurjo, el 20 de julio de 1936, cuando se elevaba en Lisboa para tomar el mando de la rebelión en Marruecos; y el general Mola, el 3 de abril de 1937, cuando volaba en dirección a Vitoria para reanudar el mando del ejército rebelde del norte, después de unas semanas de fuerte tensión entre los jefes visibles del movimiento militar. Queipo de Llano había estado en Berlín entrevistándose con altos dirigentes del régimen nazi alemán. Aquella escala coincidía, también, con una visita de Serrano Súñer en Barcelona que, posteriormente, caería en desgracia cuando se filtró que Hitler maniobraba para situarlo en el sitio de Franco.