Tal día como hoy del año 1646, hace 374 años, en San Lorenzo del Escorial, enterraban el cuerpo del príncipe heredero de la monarquía hispánica Baltasar Carlos, hijo de los reyes Felipe IV y de la difunta Isabel de Borbón, que había muerto en Zaragoza, nueve días antes (09/10/1646) a la edad de 16 años. En aquellos momentos la monarquía hispánica estaba centrada en el conflicto de la Guerra de los Segadores (1640-1652), que lo enfrentaba a la alianza formada por Catalunya y la monarquía francesa. Según las fuentes documentales, la prematura e inesperada muerte de Baltasar Carlos (en aquel momento el único hijo varón y vivo de Felipe IV) provocó un descalabro anímico y político monumental en la cancillería hispánica de Madrid.

Según las fuentes documentales Baltasar Carlos murió de viruela. Pero, en cambio, la cronología y la descripción de aquella enfermedad pondrían en duda, desde el inicio, la versión oficial. Según las mismas fuentes documentales, Baltasar Carlos no había manifestado ningún síntoma de enfermedad hasta el 6 de octubre de 1646 (tres días antes de morir), y horas después de haber jurado el cargo de príncipe de Viana (heredero en la corona de Navarra) en Pamplona. En este punto hay que aclarar que el plazo de incubación de la viruela es, generalmente, de doce días desde que se manifiestan los primeros síntomas (fiebre, mareo, vómitos, malestar general y pequeñas manchas en la piel).

Durante las semanas y meses posteriores al entierro del príncipe heredero, circularon varios rumores en relación con la verdadera causa de la muerte. Algunos médicos de la corte acusaron a María de Ágreda (la confesora del Rey) de haber agravado la enfermedad del príncipe heredero al introducir en la cámara donde agonizaba la momia de San Diego de Alcalá. Otros especularon que la verdadera causa podía estar relacionada con una enfermedad venérea que el mismo príncipe heredero habría ocultado; o, incluso, con una apendicitis fulminante o un envenenamiento. I María de Ágreda (la mística de la momia) hablaría de una conjura diabólica contra la corona hispánica formulada por brujas catalanas y vascas.