Tal día como hoy del año 1410, hace 610 años, estaba prevista la legitimación de Federico de Aragón y Rizzari, como heredero al trono catalano-aragonés. Federico era hijo natural de Martín el Joven, rey de Sicilia y heredero al trono catalano-aragonés que había muerto prematuramente el 25 de julio del año anterior; y de Teresa Rizzari (miembro de las oligarquías aristocráticas sicilianas). Y era nieto natural de Martín I —llamado el Humano— que, después de la muerte de Martín el Joven, invirtió grandes esfuerzos políticos y diplomáticos por conseguir la legitimación de Federico.

Federico de Aragón y Rizzari, que en el momento que tenía que ser legitimado era un niño de ocho años, había viajado a Barcelona reclamado por su abuelo paterno poco después de la muerte de su padre. Pasados nueve meses, las intensas gestiones de Martín el Humano quedaron paradas por la repentina y misteriosa muerte del conde-rey el día anterior a la ceremonia de legitimación. Benedicto XIII, conocido como el Papa Luna, que, desde el primer momento, había trabajado al lado de Martín el Humano en la legitimación de Federico, acto seguido —y muy sospechosamente— abandonó la gestión y canceló la ceremonia.

A partir de aquel momento, se articularon las principales candidaturas a relevar a Martín el Humano, sobre todo las más poderosas y las más interesadas en excluir al pequeño Federico: las de Jaime de Urgell y de Fernando de Trastámara. Federico crecería en la corte de Barcelona, pero su vida y su figura siempre estarían marcadas por la intensa vigilancia a que fue sometido por los Trastámara. Finalmente, el año 1434, fue falsamente acusado de haber expoliado a los comerciantes genoveses de Sevilla, y encarcelado en Ureña (Castilla), donde acabaría muriendo en extrañas circunstancias en 1438.