Tal día como hoy del año 1904, hace 115 años, en el llano de Campllong, término municipal de Castellar del Riu (Berguedà) se celebraba el primer encuentro del Pi de les Tres Branques. Desde que el 1888 Jacint Verdaguer publicara Lo Pi de les Tres Branques, aquel espacio había adquirido una significación cultural y política especial. En aquel poema, Verdaguer imaginaba que en la sombra de aquel árbol, el niño Jaime (futuro conde-rey Jaime I) se había dormido y había soñado que algún día sería el soberano que reuniría sobre su cabeza la corona de los dominios de Catalunya, Aragón y País Valencià.

Pero en aquel primer encuentro, la idea de Verdaguer había evolucionado hacia la reivindicación de la unidad de la lengua, de la cultura y de la historia de los tres territorios principales que forman los Països Catalans: Catalunya, el País Valencià y les Illes Balears. Durante los años posteriores, aquella reivindicación –festiva y lúdica– arraigaría profundamente y se convertiría en uno de los principales actos anuales del catalanismo. Desde el Pi de les Tres Branques se reivindicó, insistentemente, la existencia de la comunidad nacional catalana, repetidamente negada y perseguida por los estados español y francés desde el siglo XVII.

No obstante, la idea Països Catalans no había nacido en el Pi de les Tres Branques, sino que aquel espacio se había convertido en un símbolo por la especial morfología de aquel árbol. En realidad, la idea Països Catalans había nacido en Valencia capital el año 1878, en los cenáculos de Lo Rat Penat –entidad bandera de la cultura valenciana del siglo XIX–, y había sido Carmel Navarro Llombart, más conocido como Constantí Llombart –figura primordial de la cultura valenciana contemporánea y principal promotor del Renacimiento valenciano–, el primero en formular este concepto.