Tal día como hoy del año 1262, hace 757 años, en Montpellier (Occitania-Francia) se casaban Pedro de Barcelona-Aragón (primogénito y heredero del conde-rey Jaime I) y Constanza de Hohenstaufen (primogénita y heredera del rey Manfredo de Sicilia). Aquellas bodas de estado sellaban la alianza política y militar entre los casales de Barcelona y de Sicilia, para parar la expansión francesa en el Mediterráneo occidental. Pedro tenía 22 años y Constanza tenía 13. En 1276, Pedro heredaría los dominios peninsulares de la corona catalanoaragonesa. Y en 1282, invadiría Sicilia para echar a Carlos d'Anjou que, con la complicidad del Pontificado, le había usurpado la corona a su difunto suegro.

El matrimonio entre Pedro y Constanza sería el punto de inicio de la unión dinástica de las dos coronas. Desde que Pedro intervino militarmente para restaurar Constanza como legítima reina (1282), Sicilia formaría parte del edificio político catalanoaragonés durante 432 años. No sería hasta 1713 que Felipe V, el primer Borbón hispánico, la entregaría al ducado independiente de Saboya a cambio que las potencias de la alianza internacional austriacista se retiraran del conflicto sucesorio hispánico. Esta y otras cesiones (como la de Gibraltar o la de Menorca) quedarían documentadas en los pactos de los Tratados de Utrecht y de Rasttat (1713).

La unión dinástica de las coronas catalanoaragonesa y siciliana sería, también, el inicio del periodo de plenitud económica y militar del casal de Barcelona. Entre 1276 (restauración de la dinastía real legítima siciliana) y 1348 (estallido de la Peste Negra), la corona catalanoaragonesa sería la primera potencia económica y militar del Mediterráneo occidental; y la ciudad de Barcelona sería, con Génova, el principal centro mercantil del sur de Europa. Durante aquellos cuatro siglos y pico, catalanes y sicilianos compartirían soberano en muchas ocasiones. Y en otros, el trono siciliano estaría ocupado por una rama menor de la estirpe Barcelona-Aragón.