Tal día como hoy del año 1714, hace 304 años, en el contexto de la última fase de la Guerra de Sucesión hispánica denominada Guerra de los Catalanes (1713-1714), se libraba la batalla de Talamanca (Bages), que enfrentaría, por una parte, al ejército de Catalunya y, por la otra, al ejército de la alianza borbónica de las Dos Coronas (monarquías hispánica y francesa). Aquel enfrentamiento se saldaría con una sonada victoria del ejército de Catalunya, que no tan sólo conseguiría derrotar a los franco-castellanos en el campo de batalla, sino que provocaría una precipitada huida de los borbónicos que, durante la jornada siguiente, correrían en desbandada hasta Sabadell (a treinta kilómetros de Talamanca).

Las tropas catalanas estaban comandadas por el coronel Antoni Desvalls i de Vergòs, marqués de Poal, y estaban formadas por 1.500 efectivos de infantería (fusileros), 1.500 de caballería y un destacamento de mangraners (artilleros). Entre las tropas catalanas había un pequeño contingente de húsares húngaros que se habían negado a abandonar la lucha después de la evacuación del ejército austríaco de Carlos de Habsburgo (junio de 1713). Y las tropas franco-castellanas estaban comandadas por José Carrillo de Albornoz, conde de Montemar, y estaban integradas por 2.000 hombres que formaban al regimiento del Campo Volante de Cataluña, encargado de eliminar la resistencia catalana en el interior del país.

Batalla de Talamanca, la última victoria militar catalana a la Guerra de Sucesión. Representación contemporánea de los fusileros catalanes. Fuente Devolución

Representación contemporánea de los fusileros catalanes / Fuente: Devolució

Según las fuentes documentales, las tropas de Desvalls consiguieron la victoria gracias a un acertado planteamiento de la batalla y a un mayor conocimiento del terreno. Carrillo, convencido de que las tropas catalanas eran un batiburrillo de campesinos mal armados y de bandoleros indisciplinados, confió en la teórica superioridad de su ejército profesional atacando por el centro. Cuando los franco-castellanos se convencieron de que las tropas de Desvalls no eran lo que pensaban, ya era tarde: la caballería catalana había devastado los flancos derecho e izquierdo del ejército borbónico y la parte central abandonaría precipitadamente el campo de batalla en dirección sur buscando el refugio de la guarnición más próxima.