Tal día como hoy del año 1339, hace 678 años, se libraba en el mar de Alborán (en el extremo más occidental del Mediterráneo) la Batalla de Ceuta, que enfrentó los grupos navales catalanes y marroquíes y que tendría que tener una influencia decisiva en la guerra que Castilla y Portugal mantenían con los reinos nazaríes de Granada y benimerín de Marruecos, y en la apertura del espacio marítimo de Gibraltar. La Corona de Aragón y la república de Génova, potencias navales, inicialmente no estaban inmersas en aquel conflicto; pero la posibilidad de participar en el control del Estrecho las animó a implicarse. Los catalanes se alinearon con los contendientes cristianos y los genoveses con los musulmanes.

La postura catalana obedecía a la amenaza efectiva que representaba la alianza entre nazaríes granadinos y benimerines marroquíes, que se había dimensionado con la aparición de un tercero y poderoso aliado: los hafsíes argelinos. Contrariamente, todo aquello que representara una amenaza para catalanes o portugueses —potencias navales— para los genoveses era una oportunidad. En aquel contexto el conde-rey Pedro III de Barcelona e IV de Aragón envió un grupo comandado por el almirante gerundense Jofré Gilabert de Cruïlles, que estaba formado por once naves (diez galeras y una galeota) que habían zarpado de Barcelona y de València el 1 de junio.

En la Batalla de Ceuta, el grueso de la expedición catalana formado por ocho galeras derrotó un grupo formado por trece galeras marroquíes y una genovesa. Las consecuencias inmediatas de aquella batalla serían la derrota, en manos de castellanos y portugueses, de las tropas musulmanas establecidas en la península —que habían quedado aisladas de las norteafricanas. Pero la consecuencia más relevante sería que las marinas mercantes catalana, valenciana y mallorquina ganaban la vía para pasar a Atlántico. Tres años y pico más tarde (1343), el navegante mallorquín Jaume Ferrer se convertiría en el segundo europeo, después del genovés Malocello, en poner los pies en el Canarias.