Tal día como hoy del año 1413, hace 605 años, el conde Jaume de Urgell, que había sido candidato a ocupar el trono catalanoaragonés en el Compromiso de Caspe (1412), se rendía después de haberse sublevado a Fernando de Antequera (Fernando I), que había sido el elegido en aquella asamblea de compromisarios. A inicios de mayo de 1413, poco después de la clausura del Compromiso de Caspe, Jaume de Urgell y una nutrida representación de su partido iniciaron un conflicto armado que se desarrollaría, principalmente, en las llanuras de Lleida. Después de unos éxitos iniciales, la falta de apoyos internacionales lo obligarían a replegarse y recluirse dentro de la fortaleza de Balaguer, sede de sus dominios feudales.

El intento de apoderarse de Lleida (27 de junio de 1413), que se saldó con un fracaso, marcaría el inicio de la decadencia del movimiento. Poco después se replegaría en Balaguer, y las tropas de Fernando de Antequera pondrían sitio a la capital del condado de Urgell. Las tropas inglesas y gasconas que le había prometido el rey Enrique IV de Inglaterra (enemistado con los Trastámara castellanos y con los Valois franceses en la lucha por el control del espacio territorial del golfo de Bizcaya) no llegaron nunca. El monarca inglés murió el 20 de marzo de 1413 y su joven sucesor Enrique V se vio obligado a abandonar la política exterior de su padre para pacificar su reino, profundamente dividido.

Concluye el asedio de Balaguer. Jaume de Urgell se rinde a Ferran d'Antequera. La representación de Balaguer más antigua que se conserva (1645). Font Wikiwand

La representación de Balaguer más antigua que se conserva (1645) / Fuente: Wikiwand

La capitulación de Balaguer significó el fin de las aspiraciones de Jaume de Urgell y de su partido aristocrático, y el triunfo de las clases mercantiles de Barcelona y de València, agrupadas en torno a la figura del Trastámara. Jaume de Urgell, el hombre más rico de la corona catalanoaragonesa y que a ojos de la mayoría plebeya del país representaba la continuidad de un sistema feudal en crisis que, por todas partes, anunciaba su fin, no contó nunca con el apoyo ni de las clases mercantiles ni de las clases campesinas catalanas. E incluso la revuelta que protagonizó después del Compromiso de Caspe lo alejaría de un sector importante de las clases aristocráticas que, inicialmente, le habían dado apoyo.