Tal día como hoy del año 1313, hace 704 años, se firmaba el Tratado de Poissy (en las afueras de París) que ponía fin al conflicto entre Jaume II (conde independiente de Barcelona, rey de Aragón y de Valencia) y su primo-hermano Sanç I (rey de Mallorca, conde independiente del Rosellón y de Cerdanya y señor de Montpellier); con el arbitraje de Luis (I de Navarra y X de Francia), cuñado de Sanç I. El conflicto entre Jaume y Sanç tenía un origen que los precedía en el tiempo. El abuelo de ambos –el conde-rey Jaume I– a su muerte había dividido sus dominios entre sus dos hijos varones: Pere (Barcelona, Aragón y València) y Jaume (Mallorca, Rosellón, Cerdanya y Montpellier).

Jaume y sus herederos tuvieron que gobernar un patrimonio muy vulnerable, marcado por la distancia y por la insularidad. En esta tesitura habían gravitado políticamente hacia la corona francesa, buscando la protección de París ante la amenaza constante de Barcelona, que codiciaba reunir los dominios del abuelo Jaume. Sanç I, que tenía muy interiorizada la cultura del pacto, negoció una paz duradera. Y en aquel tratado cedió la Val d'Aran, que formaba parte del patrimonio de su mujer –y que había recibido en herencia–, a su primo-hermano de Barcelona; a cambio de un tratado de no agresión que le evitara caer definitivamente en las garras de su cuñado Luis de Navarra y Francia.

Aran ya había estado en la órbita política catalano-aragonesa con anterioridad, como entidad política semi-independiente asociada al condado de Ribagorça, que basculaba entre Barcelona y Jaca. En la decisión de Poissy tuvo mucha importancia la opinión de las instituciones aranesas; que se querían librar del dominio que ejercían los obispos de Sant Bertran de Commenges, del país de Foix –de la corona de Navarra–. Las élites aranesas pactaron la incorporación en el Principat porque Catalunya era un estado feudal –a diferencia de Aragón que era un estado señorial–. Encajar la "república" aranesa sólo era factible en un sistema de pactos y equilibrios propio del feudalismo.