Tal día como hoy del año 1939, hace 80 años, en el contexto de los meses inmediatamente posteriores a la ocupación franquista de Catalunya y a la conclusión de la Guerra Civil española (1936-1939), la Jefatura Superior de Policia de Barcelona hacía pública una nota informando de que habían sido localizados un bastón y un cáliz que, todos los indicios apuntaban, eran del misteriosamente desaparecido obispo Irurita. La misma nota decía que aquellos elementos habían sido localizados en un garaje de la policía municipal de Barcelona, que, durante el conflicto, había sido utilizado como una checa.

Aunque el hallazgo de aquellas pertenencias no indicaba, en ningún caso, que el obispo Irurita continuara con vida, sí que, en cambio, contribuyó a alimentar el misterio que rodeaba la figura del prelado. Hasta el extremo que la misma prensa cautiva del régimen se hacía eco (La Vanguardia Española, edición del 24/08/1939) y lo publicaba con el título  “¿El bastón de mando del doctor Irurita?". En aquell mateixa nota de premsa es deia “Se cree que se trata de! bastón de mando que perteneció al inolvidable obispo de esta diócesis, doctor Inurita, que fué vilmente asesinado por la horda rojo-separatista”.

Miguel Irurita Almadoz, obispo de la diócesis de Barcelona y uno de los más furibundos detractores del catalanismo político y cultural, ocupó la primera plana|llanura de la actualidad informativa, cuando al morir el presidente Macià (diciembre de 1933) se negó a enviar curas al funeral. Tuvo que claudicar después de que al arzobispo Vidal i Barraquer -su superior jerárquico- se lo ordenara. Durante la etapa republicana anterior al estallido de la Guerra Civil (1931-1936) tuvo, a menudo, enfrentamientos con los representantes de las instituciones de gobierno catalanas.

Sin embargo, el halo de misterio que rodearía su figura, nacería durante la Guerra Civil. Según las fuentes, en septiembre de 1936, elementos anarquistas incontrolados asaltaron la sede episcopal e Irurita tuvo que huir. También según las fuentes, fue localizado tres meses después, oculto en casa de un orfebre nombrado Antoni Tort, fue trasladado a una checa de la calle Sant Elies, y el 4 de diciembre de 1936 fue fusilado en la tapia del cementerio de Montcada i Reixac. Pero en cambio, varios testigos asegurarían que dos años más tarde, el 28 de enero de 1939, fue visto en la plaza de Catalunya.

Según varios testigos, estaba camuflado entre los asistentes en la primera misa de campaña posterior a la ocupación franquista de la ciudad, y cuando fue reconocido dijo “Por favor, no griten que me comprometen”. Los historiadores Miquel Mir y Ponç Feliu, en un trabajo de investigación publicado en el año 2012, aportan varias pruebas, como la del dietario del anarquista Josep Serra que dice “el capellà que havien deixat en llibertat els nostres caps, a canvi de joies, era el bisbe de Barcelona”. También aportan testigos que aseguran que formó parte de un intercambio de prisioneros con el bando franquista.