Tal día como hoy del año 1458, hace 560 años, moría en Nápoles el conde-rey Alfonso IV de Barcelona y V de Aragón. Alfonso, que había nacido en Medina del Campo (Castilla) el año 1396, era el hijo primogénito y heredero de Fernando de Antequera, el primer soberano catalano-aragonés de la dinastía Trastámara, y había alcanzado el trono a los 20 años después de la prematura muerte de su padre (1416) causada por una afección renal. Aunque la enfermedad de Fernando era crónica, las fuentes revelan que Fernando y su círculo de confianza catalano-valenciano ―que había heredado de su padre― siempre sospecharon que los partidarios de Jaime de Urgell ―el rival derrotado por el Trastámara en la lucha por el trono― lo habían envenenado con la medicación que se le administraba.

La política interior de Alfonso durante su dilatado reinado (1416-1458) siempre estaría condicionada por aquella sombra de sospecha. En los conflictos sociales que en la Catalunya rural enfrentaban a la aristocracia feudal (antiguos partidarios de Jaime de Urgell) con el campesinado de remensa, siempre tomó partido por las reivindicaciones de las clases populares, con el propósito de erosionar el poder del estamento nobiliario. En cambio, en aquel mismo contexto de luchas sociales pero trasladadas a Barcelona, que enfrentaban la Biga (los mercaderes plebeyos ricos) con la Busca (los gremios de artesanos), gobernaría en contra del potente estamento mercantil barcelonés, que se había pronunciado decididamente a favor de la candidatura de su padre, pero de quien desconfiaba profundamente.

En cambio, la política exterior de Alfonso estaría marcada por las guerras expansivas en el Mediterráneo occidental; el elevado coste de las cuales ―que tenían que soportar todos los estamentos de la sociedad― contribuiría enormemente a alimentar el clima de tensión que se vivía en Catalunya. Alfonso, después de unas campañas militares inicialmente decepcionantes, conseguiría corregir el rumbo desfavorable de su política con una efectiva acción diplomática llevada a cabo por su círculo de confianza catalano-valenciano. Conquistaría Nápoles (1442), la incorporaría definitivamente al edificio político catalano-aragonés, y establecería la corte donde destacarían importantes personalidades italianas del mundo de la política, de la cultura y de las artes, que ya formaban parte de la corriente renacentista.