Tal día como hoy del año 985, hace 1.033 años, el ejército del general andalusí Abu-Amir Muhammad ibn Abi-Amir al-Maafiri, más conocido como Al-Mansur, rompía la resistencia de las tropas condales que defendían las murallas de Barcelona, y se entregaba al saqueo y a la destrucción de la ciudad. El ejército del Califato consiguió acceder al interior de la ciudad después de reventar varias puertas de la muralla y de asaltar las defensas más débiles. La trama urbana más próxima al perímetro amurallado ―tanto extramuros como intramuros― quedaría literalmente devastada.

No hay testimonios documentales que permitan cuantificar con exactitud a las víctimas civiles, pero el nivel de destrucción apunta claramente que el ejército de Al-Mansur perpetró una masacre. Aunque Barcelona era una pequeña ciudad de poco más de 1.000 habitantes ―la investigación historiográfica estima que podría tener unos 1.500 habitantes―, las fuentes documentales revelan que únicamente se salvaron de la destrucción las torres de defensa más altas, y se salvaron de la muerte o del cautiverio las personas que consiguió refugiarse. Entre los supervivientes había el conde Borrell y el obispo Vives.

Pocos días antes, el conde Borrell había intentado, sin éxito, parar a Al-Mansur en los alrededores de Terrassa (Batalla de Rovirans). Los militares barceloneses más experimentados encontraron la muerte en aquel lugar, y las escasas tropas condales que se habían quedado en Barcelona, se revelarían incapaces de evitar el asalto. Caída la ciudad, los elementos oligárquicos que habían sido capturados serían secuestrados con el propósito de obtener un rescate cuantioso. Y las personas jóvenes supervivientes serían capturadas para ser vendidas en los mercados de esclavos de Córdoba o del norte de África.

El general andalusí Al Mansur saquea y destruye Barcelona. Mapa de los condados catalanes a finales de la centuria del 900. Fuente Enciclopedia

Mapa de los condados catalanes a finales de la centuria del 900 / Fuente: Enciclopèdia

Semanas antes del asalto, el conde Borrell había pedido repetidamente a su patrón, el rey de Francia Hugo Capeto, que le enviara refuerzos. El silencio de la corte de París ―absorta en una guerra intestina entre diferentes ramas de la dinastía imperial― provocaría que Borrell II no renovara el juramento de vasallaje (el vínculo legal de subordinación) a Hugo Capeto, con lo cual se consumaba, de facto, la independencia política y militar del condado de Barcelona.