Tal día como hoy del año 1916, hace 105 años, en el contexto de la I Guerra Mundial (1914-1918), acababa la Batalla de Verdún, que se había iniciado diez meses antes (21 de febrero) y que se había saldado con 286.000 muertos y 412.000 heridos. En aquella batalla se enfrentaron el ejército francés, comandado por el mariscal Petain; y el ejército alemán, dirigido por el general Falkenhayan. En el ejército francés combatieron un grupo de voluntarios catalanes que, según las fuentes, oscilarían entre los 1.000 y los 12.000 efectivos. Nunca se ha podido aclarar el número exacto de catalanes que participaron en aquella batalla, en buena parte a causa del secretismo francés, pero algunas investigaciones recientes sitúan su participación en unos 1.000 combatientes.

En cualquier caso, lo que sí está fuera de cualquier duda es que en Verdún —la batalla más larga y mortífera de la I Guerra Mundial— murieron centenares de combatientes catalanes. No tan solo los voluntarios procedentes del Principat, sino también una gran cantidad de soldados de leva originarios de la Catalunya Nord. Actualmente, muchas localidades de las comarcas ultrapirenaicas catalanas tienen monumentos conmemorativos a los hijos del pueblo muertos en aquella guerra en general, y en aquella batalla en particular. Tampoco —también a causa del secretismo francés— hay un cálculo exacto del total de catalanes (del Principat y de las comarcas ultrapirenaicas) muertos en aquella batalla, pero es seguro que debieron ser centenares o miles.

Concluido el conflicto mundial (1918), el Comitè de Germanor de Voluntaris Catalans (el organismo que había articulado la participación de los combatientes procedentes del Principat) mantuvo varias reuniones con los dirigentes del gobierno francés, con el objetivo de obtener el reconocimiento a su sacrificio. En este punto es importante recordar que los voluntarios catalanes se habían alistado en el ejército francés (que representaba los valores de la república y de la libertad, contrapuestos con los contravalores de la monarquía y el autoritarismo de la Alemania de la época); con el propósito de internacionalizar las reivindicaciones nacionales catalanas. Pero el gobierno francés del primer ministro Clemenceau nunca reconoció la aportación catalana a la victoria francesa.