Tal día como hoy del año 1931, hace 92 años, en Barcelona, en el Foment Republicà de Sants, se iniciaba la llamada Conferència d’Esquerres, para negociar la creación de una plataforma catalanista y republicana que tenía que concurrir a las elecciones municipales convocadas para el 12 de abril siguiente. Aquellos comicios eran los primeros que se celebrarían después de la etapa dictatorial de Primo de Rivera (1923-1930/31). El propósito del gobierno del general Berenguer era transitar hacia una democracia, pero el resultado de aquellas elecciones (ERC ganaría en Catalunya y las fuerzas republicanas en España) precipitaría el fin del régimen monárquico (Alfonso XIII había dado apoyo entusiástico al golpe de estado y a la dictadura) y la proclamación de la II República.

El año anterior (1930), en plena descomposición del régimen dictatorial, los partidos de la oposición republicana clandestina del estado español habían firmado el Pacto de San Sebastián, donde se reconocía que no era posible una transición hacia un régimen republicano y democrático sin el concurso de las fuerzas catalanistas. Por este motivo se había pactado que, en un futuro escenario de libertades, Catalunya restauraría el autogobierno de 1714 adaptado a la modernidad del siglo XX. Cuando se abrió la carrera electoral, las izquierdas catalanistas y republicanas tenían que hacer frente a la conservadora Lliga Regionalista —de Cambó y Ventosa i Calvell— que había sido el partido hegemónico en Catalunya desde las elecciones generales de 1907 hasta el golpe de estado de 1923.

En aquella conferencia se reunieron los líderes de los partidos independentistas Estat Català (Francesc Macià) y Grup d'Opinió (Joan Lluhí i Vallescà) y los partidos federalistas Partit Català Republicà (Lluís Companys) y la Joventut Republicana de Lleida (Humbert Torres). El resultado de aquella conferencia fue la creación de la plataforma Esquerra Republicana de Catalunya, formada por cuatro partidos independientes y liderada por Macià, que había ganado un extraordinario prestigio político en el exilio. A Esquerra siempre pervivieron dos almas de difícil conciliación, y cuando Macià murió y Companys lo relevó (1934) se produjo una depuración de independentistas en los cargos destacados del partido y del gobierno.