Tal día como hoy del año 1963, hace 60 años, en Getxo (Vizcaya, Euskal Herria), moría José Félix de Lequerica Erquiza (Bilbao, 1891), que había sido el primer embajador del régimen franquista en Francia desde la conclusión de la Guerra Civil española (1939) hasta finales de la II Guerra Mundial (1944). Representó la España de Franco ante el gobierno de la República francesa (1939-1940) y ante el gobierno del estado-títere de Vichy (1940-1944) y destacó por la implacable persecución a los dirigentes del exilio republicano: fue el enlace entre el régimen franquista español y las autoridades policiales y militares francesas y alemanas.

En el ejercicio de su tarea represora, consiguió que las fuerzas de ocupación alemanas detuvieran y encarcelaran, entre muchos, a los escritores Max Aub y Julián Zugazagoitia, y los líderes de la CNT y exministros de la República española Federica Montseny y Joan Peiró. Pero allí donde empleó más energías y más gasto fue en la captura del president Companys. Lequerica, su subordinado Urraca y el ministro de Exteriores español Serrano-Suñer, que dirigía estos operativos represores desde Madrid, demostraron tener una obsesión enfermiza por la detención y extradición del president de Catalunya en el exilio.

Cuando ya era evidente que Alemania perdería la guerra (1944), el régimen franquista lo retiró de Francia y lo nombró ministro de Asuntos Exteriores. Como tal, intentó borrar las evidencias de colaboración y participación de la España de Franco con el eje Alemania-Italia-Japón. No tuvo éxito, pero sin embargo, en 1945 el régimen franquista lo nombró embajador en Washington con el objetivo de rehacer las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. El presidente norteamericano Truman, conocedor de sus actividades en Francia, le negó la entrega de credenciales.

Se quedó en la embajada española de Washington con el cargo encubierto de "inspector general de embajadas" hasta que, después de muchos intentos, consiguió tejer unas primeras relaciones, que, al cabo del tiempo, acabarían con la firma de los convenios bilaterales hispano-americanos (1953) y que se traducirían, entre otras cosas, en el establecimiento de bases militares norteamericanas en territorio español.