Tal día como hoy del año 1391, hace 631 años, una turbamulta de grandes proporciones asaltó la judería de Palma y la destruyó. Según las fuentes documentales, el día antes, 1 de agosto, un nutrido grupo de campesinos de fuera de la villa entró en la ciudad con el objetivo de intimidar a los poderosos, y hacerles desistir de sus políticas depredadoras. En el transcurso de la protesta, se sumaron muchos vecinos de la ciudad, principalmente de las clases populares, y a última hora de la noche el disturbio se había convertido en una importante revuelta. En aquel momento, los poderosos —con la ayuda del bajo clero— consiguieron convencer a los sublevados de que los judíos eran los culpables de aquella profunda crisis; y aquella ola de violencia se dirigió hacia la judería.

El asalto a la judería de Palma se saldó con la destrucción de todos los edificios del barrio, y con el saqueo de todos los obradores, casas particulares y espacios religiosos de la comunidad. Según las fuentes documentales, los asaltantes asesinaron a unos 300 vecinos de la judería. Se dio la circunstancia de que mientras se producía la devastación de la judería, las autoridades de la ciudad no movieron ni un dedo. Sin embargo, entrada la noche, un grupo importante de sublevados se dirigió a la Casa de la Universitat (la casa del gobierno municipal) y la asaltó. En aquel momento, diversos altos funcionarios, viendo peligrar su vida, se refugiaron en el castillo de Bellver; y, automáticamente, se desató una brutal represión que se saldaría con la ejecución de quince campesinos.

Después de aquel episodio, la judería de Palma entró en crisis. La élite de la comunidad, formada por intelectuales, profesionales liberales y artistas; se exilió a las juderías de Sicilia y del norte de África. No obstante, este vacío creado —que se estima de unas 150 personas—, sumado a lo que habían dejado las víctimas del pogromo —unas 300 personas más— fue cubierto por una inmigración de judíos portugueses. Esta compensación demográfica permitiría a la judería de Palma sobrevivir hasta el decreto de conversión o expulsión de los Reyes Católicos, firmado un siglo más tarde (1492). En aquel momento, la judería de Palma había recuperado el máximo anterior al pogromo, y eso explicaría la existencia, a partir del siglo XVI, de la numerosa comunidad chueta, formada por judíos conversos.