Tal día como hoy del año 1462, hace 561 años, en Zaragoza, los representantes diplomáticos de las cancillerías de París y de Barcelona firmaban la confirmación de un tratado anterior, negociado doce días antes en Bayona (Pais Vasco francés), por el cual el rey Luis XI de Francia prestaba 300.000 escudos de oro al rey Juan II de Catalunya-Aragón. Esta importante cantidad era para formar un gran ejército y derrotar a la nobleza feudal catalana (los grandes terratenientes del país), que se habían rebelado contra el estamento real por su creciente política autoritaria. En aquel contexto, la corona, las clases mercantiles y el campesinado de remensa se daban apoyo mutuo.

Efectivamente, los Trastámara (Fernando I, Alfonso V y Juan II) habían intensificado las políticas autoritarias que el estamento real ya había puesto en práctica durante el reinado de los últimos Bellónidas (Jaime II, Alfonso III, Pedro III, Juan II y Martín I). El propósito era erosionar el poder de los estamentos nobiliario y eclesiástico y romper el dibujo clásico del régimen feudal. Estas políticas eran generales por toda Europa, pero en Catalunya apareció un elemento de conflicto que aceleró este proceso: el campesinado de remensa que vivía sometido por la nobleza latifundista a unas condiciones que rozaban la esclavitud. El estallido de la revolución remensa (1462) fue el punto de partida de la guerra.

La Guerra Civil catalana (1462-1472) enfrentó, por una parte, la nobleza (el brazo militar del país) y las jerarquías eclesiásticas y, por la otra, la corona, las clases mercantiles y el campesinado de remensa. Juan II, privado del ejército nobiliario, contó con la ayuda financiera de las clases mercantiles, pero el conflicto era de tanta envergadura que tuvo que recurrir a un cuantioso préstamo para contratar mercenarios del país y del extranjero que completaran la hueste real. En garantía de la devolución del préstamo, Luis XI de Francia le exigió la prenda de los condados del Rosselló y de la Cerdanya, que fueron inmediatamente ocupados por los franceses.

Hasta pasados treinta y un años (1493), Catalunya no recuperó los condados ultrapirenaicos. Fue con el Tratado de Barcelona, firmado entre los reyes Carlos VIII de Francia y Fernando II de Catalunya-Aragón; hijos y sucesores, respectivamente, de Luis XI y de Juan II. En la devolución de los condados del Rosselló y de la Cerdanya, se hizo constar que no se había amortizado el préstamo de 1462, pero Francia devolvía la prenda a su legítimo soberano a cambio de que este no interviniera en la expansión francesa por la península italiana.