Tal día como hoy del año 1773, hace 250 años, en Madrid, moría el marino, científico, diplomático y espía Jordi Joan i Santicília, que en la documentación de la época aparece con el nombre castellanizado Jorge Juan. El origen de Joan ha sido motivo de controversia. Según la investigación historiográfica, nació el 5 de enero de 1713 en la finca el Fondonet, propiedad de su familia paterna, en el término municipal de Novelda (País Valencià), pero fue bautizado en la iglesia parroquial de Montfort (País Valencià). De mayor, en una ocasión dejó escrito: "Soy natural de Montforte".

Cuando tenía tres años quedó huérfano de padre, y este hecho marcó el destino de su vida. Poco después, con cinco años, ingresó como estudiante interno en el Colegio de los Jesuitas de Alicante; y a los doce años pasó a Malta, como aspirante a caballero de la Orden de San Juan del Hospital. Por alguna razón no del todo aclarada, abandonó la orden y con diecisiete años ingresó en la Academia de la Marina de Cádiz, donde cursaría los estudios que le brindarían una carrera profesional. En Cádiz adquirió conocimiento de geometría, trigonometría, astronomía, navegación e hidrografía, con calificaciones excelentes.

El año 1734 se embarcó en la expedición organizada por la Académie Royale des Sciences de París, formada por oficiales de las marinas francesa y española y comandada por el astrónomo Louis Godin, para medir un grado del arco del meridiano terrestre sobre la línea ecuatorial de América del Sur. El éxito de aquella medición permitiría, en un futuro, trazar los meridianos y paralelos del planeta y catapultar la cartografía marina y la navegación por alta mar hacia la modernidad. Después se quedó en las colonias americanas como informador de los movimientos políticos que se gestaban en las colonias (1744-1751).

Esta tarea lo conduciría en el ejercicio de una faceta muy desconocida en la biografía de Jordi Joan. El año 1752, el rey Fernando VI lo envió como diplomático a Londres, con la misión de obtener información secreta sobre la evolución ascendente que estaba teniendo la Marina británica. Durante años, ejerció esta tarea de espía sin haber despertado nunca ninguna sospecha. No obstante, la información que recogió y envió no evitó que la Marina británica consiguiera el dominio de los mares. Pasados doscientos años, el régimen franquista ordenó que los billetes de mil pesetas se ilustraran con su imagen.