Tal día como hoy del año 1229, hace 794 años, las huestes del rey Jaime I, y las de sus vasallos que participaban en aquella empresa, desembarcaban en Mallorca e iniciaban la conquista de la isla. Aquella empresa —que había sido negociada en la Cena de Tarragona (en casa del armador Pere Martell) el año anterior, entre el rey y todos los estamentos de poder catalanes— era la segunda operación de conquista catalana de Mallorca (en 1113, Raimundo Berenguer III, conde independiente de Barcelona, había conquistado efímeramente la isla) y sería el inicio del proceso expansivo catalán en el Mediterráneo.

Según la historiografía nacionalista española, un cacique local esperaba a las huestes de Jaime I en la arena de la playa de la actual villa de Pollença (en el norte de la isla). Según la versión nacionalista española, el cacique les dio la bienvenida en una lengua románica autóctona del territorio similar al catalán, que sería la referencia más antigua de la actual lengua de Mallorca. Pero eso nunca sucedió, ya que el viento de mistral desvió la escuadra catalana y el desembarque se produjo en las playas de la actual villa de Santa Ponça (en el sur de la isla).

La empresa fue netamente catalana. Los estamentos de poder aragoneses nunca mostraron ningún interés en aquella empresa y no participaron en absoluto. Ni en la Cena de Tarragona ni en el operativo militar. Las principales aportaciones a aquella empresa provinieron de la mitra arzobispal de Tarragona (por entonces bajo el pontificado de Aspàreg de la Barca, tutor del rey Jaime durante su minoría de edad) que aportó el 10% de los recursos humanos y económicos, y los condes de Empúries, el Rosselló y la Cerdanya, vasallos del conde de Barcelona.

Por eso, dichos poderes fueron los principales beneficiarios del reparto y los principales promotores de la colonización de la isla. La mayoritaria población musulmana de la isla fue expulsada durante el proceso conquistador (1229-1232). Y la colonización (la base genética y cultural de la actual población mallorquina) se llevó a cabo con cupos procedentes del Camp de Tarragona (establecidos por el arzobispado) y del Empordà, el Rosselló y la Cerdanya (establecidos por sus respectivas casas condales).