Tal día como hoy del año 1623, hace 400 años, en la Sala del Fuego del Palau de la Generalitat, en Barcelona, Pere de Magarola i Fontanet, en aquel momento obispo de Elna, juraba el cargo de presidente de la institución. Durante su gobierno, se sucederían los primeros conflictos políticos importantes entre las instituciones de gobierno catalanas y el poder central hispánico, que sumirían la relación bilateral Catalunya-poder central de la monarquía hispánica, iniciada un siglo antes (1518) con la entronización de Carlos de Gante, nieto y sucesor de los Reyes Católicos, en una espiral de tensión. Aquel conflicto culminaría con la Revolución y Guerra de Separación (1640-1652/59)

La elección de Pere de Magarola se efectuó siguiendo el protocolo tradicional. Al inicio de la existencia de la institución (siglo XIV), se había decidido que el presidente sería, siempre, un miembro del estamento eclesiástico, para evitar las rivalidades de los otros dos estamentos (la nobleza o brazo militar y la corona o brazo de las ciudades). Sin embargo, las consignaciones del Dietari de la Generalitat anteriores a la elección y juramento de Pere de Magarola, ya advierten de la existencia de una relación política con el poder central muy enrarecida. Y por este motivo, el brazo eclesiástico presentó la candidatura de una figura políticamente muy sólida.

Pere de Magarola se estrenó al cargo con un problema político muy grave: el nuevo rey Felipe IV, que había alcanzado el trono el 31 de marzo de 1621, no había viajado, todavía, a Barcelona para negociar y renovar la aportación tributaria catalana en las arcas centrales y jurar las Constituciones de Catalunya, sin embargo, en cambio, aprovechando el nacimiento de la infanta Margarita María, que solo vivió cuatro semanas (noviembre-diciembre, 1623) impuso el "coronaje", un tributo extraordinario para "celebrar" el parto real. La negativa catalana a pagar hasta que el rey celebrara Cortes, fue la manifestación más evidente del paisaje de crisis.

Aquella espiral de tensión, fue permanentemente alimentada por el nuevo primer ministro hispánico, Gaspar de Guzman, conde-duque de Olivares, nombrado el 7 de octubre de 1622, que ambicionaba destruir la relación bilateral Catalunya-poder central hispánico para tener libre acceso a los recursos tributarios del país. Precisamente las Cortes que tenían que renovar esta relación, no se llegaron a culminar nunca. Felipe IV y Olivares, poco tramaron una apertura de Corts que se suspendería, precipitadamente y sin acuerdos (1626), con el falso enfado del rey, que con la excusa que los catalanes tenían pretensiones inalcanzables para la corona.