Tal día como hoy del año 1502, hace 521 años, un huracán de gran intensidad tocaba la costa sur de la isla Hispaniola y devastaba la ciudad de Santo Domingo, la primera capital colonial europea en el Nuevo Continente. Poco antes, aquel huracán había barrido las costas del sur y sureste de la isla y había provocado importantes naufragios. El más sonado fue el del juez hispánico Fernández de Bobadilla y del propietario Francisco Roldán, que habían provocado la caída y persecución del partido catalano-valenciano de los Colón.

Hacia 1496, los colonos de origen castellano-leonés se habían manifestado muy descontentos con la administración colonial colombina. Los Colón habían entregado buena parte de los cargos a personas de su confianza; que procedían, principalmente, de Catalunya y del País Valencià. Sería el caso de Miquel de Ballester que fue el primer alcalde de la primera ciudad europea del Nuevo Continente. O Bernat Boil y Ramon Pané; primer administrador evangélico y primer evangelizador, respectivamente, de América.

Aquellos celos desembocaron en una serie de pequeñas revueltas. Francisco Roldán, un propietario castellano del centro de la isla, lideró las protestas, e incluso se sirvió de un cuñado de Colón, llamado Michel Muliart, que actuó traidoramente como un "caballo de Troya" desde el interior de la administración colombina. Muliart aprovechó que tenía acceso al correo oficial para depositar una serie de cartas difamatorias contra los Colón dirigidas directamente a la cancillería real.

El rey Fernando, que ambicionaba derrocar la administración colombina y gestionar, directamente, los recursos que generaba la colonia; aprovechó aquel clima de revuelta para enviar al juez Fernández de Bobadilla, pariente de la camarera mayor de la reina Isabel. Fernández de Bobadilla; convertido en el ariete de aquel golpe de estado; detuvo, engrilló y embarcó a los Colón hacia la península; y se autonombró virrey de la colonia (1500).

La cancillería real hispánica advirtió que el gobierno de Bobadilla y Roldán era un agujero negro de corrupción, y envió al militar Nicolás de Ovando con una fuerza de dos mil efectivos para detenerlos y conducirlos a la península. Con la llegada de Ovando fueron detenidos, engrillados y embarcados; pero nunca llegaron a la península porque naufragaron. No obstante, algunos historiadores sostienen que este naufragio no se produjo nunca y que Bobadilla y Roldán se ocultaron en Cuba.