Tal día como hoy del año 1675, hace 350 años, en Perpinyà (entonces provincia francesa del Rosselló), las fuerzas de ocupación francesas asesinaban al abogado Francesc Puig i Terrats, letrado del Consejo Soberano (el Gobierno provincial del Rosselló creado por la Administración francesa); descuartizaban su cadáver, y su cabeza, sus brazos y sus piernas serían colgadas en un muro de la Lonja y expuestos públicamente durante semanas. Puig había formado parte de una delegación de los Angelets de la Terra (la organización clandestina de la resistencia catalana a la ocupación francesa del Rosselló, el Vallespir y la Cerdanya) que había negociado con el virrey hispánico del Principado, Francesco di Tuttavilla, la operación de expulsión de los franceses del Vallespir.
Los condados catalanes del Rosselló y del Vallespir, y la mitad norte del condado de la Cerdanya, habían sido transferidos a dominio francés por la cancillería hispánica de Felipe IV después de un conflicto de un cuarto de siglo (1635-1659/60) y a cambio del final de una guerra que los hispánicos habían iniciado pero que ya no podían sostener (Tratado de los Pirineos, 1659/60). En aquel episodio, Felipe IV violó las Constitucions de Catalunya, que había jurado en 1632 y que prohibían la alienación de un solo palmo de territorio catalán sin la autorización de las Corts de Catalunya. No obstante, ante las exigencias francesas, que preferían los Países Bajos hispánicos (la actual Bélgica), los hispánicos se dieron por satisfechos mutilando Catalunya.
Según la investigación historiográfica, el complot de Puig fue revelado por una delación (muy probablemente la del virrey hispánico, que después de aceptar el trato se habría encogido por falta de confianza en el proyecto). Acto seguido, las autoridades francesas practicaron una serie de detenciones; las más sonadas las de Manuel Descatllar y Francesc Puig i Terrats (abril, 1674), jefes de la resistencia. Fueron detenidos y brutalmente torturados, y, finalmente, fueron conducidos a la puerta de su casa (para que lo contemplaran todos sus vecinos) y fueron cosidos a cuchilladas. Poco después, las autoridades francesas ordenaron la confiscación de todos sus bienes, y la familia de Puig, que quedó reducida a la indigencia, se tuvo que exiliar al Principado.