Tal día como hoy del año 1930, hace 94 años, el general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja presentaba la dimisión al rey Alfonso XIII y abandonaba el poder que había usurpado de forma ilegítima con el golpe de Estado del 15 de septiembre de 1923. Primo de Rivera había asaltado el poder y había puesto fin a medio siglo de régimen constitucional (1874-1923) con el apoyo del rey Alfonso XIII, de la oligarquía financiera de Madrid y de buena parte de las burguesías industriales catalanes y vasca, con la promesa de acabar con el obrerismo y el catalanismo. Durante siete años (1923-1930) el Estado español fue gobernado como una monarquía dictatorial, con Alfonso XIII como jefe de Estado y Primo de Rivera como presidente del gobierno.

Pero la gestión política de Primo de Rivera fue un fracaso absoluto. Pretendía resolver la crisis social con el uso de la violencia, y reprimió con gran dureza el movimiento obrero y todas las iniciativas políticas que luchaban por superar la arquitectura unitaria del Estado español. Ilegalizó a los partidos políticos y los sindicatos. Y en Catalunya intervino y liquidó la Mancomunitat, el organismo preautonómico que había impulsado el proceso de modernización del país porque "con su obra contribuye a deshacer la unidad de España". Prohibió el uso público de la lengua catalana y la exhibición de la bandera. Y ordenó la clausura del campo de Les Corts, del F.C. Barcelona, porque la afición azulgrana había pitado el himno español.

Y la gestión económica no fue mejor. Con la estrecha colaboración de José Calvo Sotelo (ministro de economía de varios gobiernos del régimen dictatorial), creó varios monopolios. La gestión directa y los beneficios indirectos de estos entramados sería entregada a los amigos personales de Primo de Rivera y a las oligarquías que le daban apoyo. La Compañía Telefónica Nacional de España —CTNE—, la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos —CAMPSA—; la Compañía Española de Petróleos —CEPSA—; la aeronáutica Iberia, etc. se implantaron eliminando las pequeñas empresas privadas que, con anterioridad, ya operaban en estas actividades (como las pioneras operadoras de telefonía catalanas).

Con la crisis económica de 1929, la corrupción que había presidido su política económica emergió. Y los apoyos políticos que lo habían impulsado y apuntalado en el poder, asustados, empezaron a abandonarlo. El rey Alfonso XIII, temeroso que el descrédito interno y externo de Primo de Rivera le pasara factura, lo abandonó a su suerte, y contribuyó a su caída. Y los militares españoles no se le perdonaron nunca. Por este motivo, cuando se produce el golpe de Estado de 1936 que conduciría a la Guerra Civil (1936-1939), los militares no contaron con ni confiaron en Alfonso XIII, que estaba en el exilio desde la proclamación de la República (1931). Y cuando su hijo y heredero Juan se quiso sumar al ejército sublevado, fue expulsado del territorio controlado por los rebeldes.