Tal día como hoy del año 1416, hace 606 años, el conde-rey Fernando I (el primer monarca Trastámara en el trono de Barcelona) retiraba la obediencia al pontífice cismático Benedicto XIII, más conocido como el papa Luna. En aquel momento, la sede cismática de Aviñón estaba vacante (el papa Luna, presionado por la monarquía francesa, había abandonado su sitial provenzal y se había refugiado en el castillo de Peñíscola) y la de Roma estaba dirigida por un colegio de cardenales a la espera de elegir a un nuevo pontífice. La decisión del conde-rey Fernando respondía a la pérdida de poder, de legitimidad y de reconocimiento del papa Luna desde que había abandonado la sede cismática de Aviñón (1415).

Antes de la entronización de los Trastámara, el papa Luna, pariente lejano de María de Luna (la primera esposa de Martín I), había trabajado junto al conde-rey para legitimar a Federico de Aragón-Rizzari, hijo ilegítimo del difunto Martín el Joven, heredero de Martín I. Pero, sorprendente y sospechosamente, Martín I había muerto la víspera de la ceremonia de legitimación de Federico; y, acto seguido, el papa Luna se había desentendido totalmente de aquel asunto. También acto seguido, habría hecho público su apoyo a las aspiraciones de Fernando de Trastámara, que, aparentemente, secundaba secretamente desde mucho antes de la muerte de Martín I.

En el interregno (muerte de Martín I, 1410 – coronación de Fernando I, 1412), el papa Luna hizo uso de todo su poder político y de todos sus recursos económicos para conducir a Fernando de Trastámara hasta el trono de Barcelona. Por este motivo, cuando Fernando le retiró la obediencia, lo interpretó como una traición y proclamó: “Me qui te feci, missisti in desertum” (A mí que te hice [rey], me envías al desierto). Curiosa y sospechosamente, Fernando moriría en Igualada tan sólo tres meses después (02/04/1416) en extrañas circunstancias. Algunas personalidades destacadas de la cancillería afirmarían que Fernando habría sido envenenado.