Tal día como hoy del año 1814, hace 203 años, volvía a las Españas el rey Fernando VII después de haber sido 6 años "huésped de honor" de Napoleón Bonaparte en el País Vasco francés. Lo hacía a través de los Pirineos ampurdaneses. El año 1808 -seis años antes- había protagonizado un truculento golpe de Estado que provocaría la abdicación de Carlos IV -su padre- y el cese de Godoy -el privado del Rey-, en un oscuro episodio que la historiografía española ha llamado el Motín de Aranjuez. Fernando tenía un largo historial en maniobras conspirativas cortesanas y en aventuras golpistas. Pero Aranjuez fue el episodio culminante de los conflictos oligárquicos y el definitivo en su carrera hacia el trono de las Españas.

En aquella primera etapa sólo reinó 3 meses. Napoleón convocó en Bayona a los dos Borbones españoles -el padre y el hijo- con el pretexto de poner paz en la familia. Una cita con olor de trampa que les resultó ineludible, porque Bonaparte -en virtud de la alianza anti-británica suscrita entre Francia y España- ya tenía el control de la política española -60.000 soldados franceses esparcidos por todas las Españas- mucho antes de la entronización de su hermano Joseph Bonaparte. En Bayona los Borbones españoles abdicaron a favor de Joseph Bonaparte -el hermano de Napoleón- a cambio de un castillo en Francia y de una asignación anual de 34 millones de reales (el equivalente actual aproximado a 120 millones de euros).

Fernando VII

Fernando VII

Durante el pretendido exilio, Fernando solicitó a Napoleón que lo adoptara como hijo. Para ganarse el favor de Bonaparte invirtió parte de la asignación en la organización de fastuosas fiestas y solemnes misas que celebraban las victorias militares napoleónicas en Europa. Pero cuando la estrella de Napoleón se apagó, Fernando maniobró un acercamiento con los diputados de las cortes de Cádiz que habían promulgado la Constitución de 1812, la Pepa. La sorpresa saltó cuando al recuperar el trono de Madrid liquidó la Pepa e inició una represión feroz contra los políticos de ideología liberal. Fue entonces cuando la cultura popular hispánica le cambió el sobrenombre del deseado por el del felón, que significa traidor.