Tal día como hoy del año 1707, hace 316 años, en Madrid, Felipe V, el primer Borbón hispánico, firmaba el Decreto de Nueva Planta que liquidaba las instituciones y las constituciones forales valencianas. El reino de Valencia, como el resto de países de la corona catalanoaragonesa, se había rebelado contra el intento borbónico de destruir la arquitectura foral hispánica que garantizaba el autogobierno valenciano (1705). Además, el movimiento austracista había tenido un fuerte componente revolucionario. Las clases populares y las clases mercantiles eran del partido austracista foralista y la nobleza terrateniente era borbónica centralista.

Pocas semanas antes de la promulgación de la Nueva Planta valenciana, se había librado una importante batalla que había decidido el futuro del país. El 25 de abril de 1707, en Almansa (corona castellanoleonesa), el ejército aliado franco-castellano dirigido por Berwick había derrotado las armas aliadas inglesas, neerlandesas, portuguesas y valencianas, comandadas por Galway. Aquella derrota había abierto el camino de Valencia a las tropas borbónicas, que entre el 12 y el 19 de junio de 1707 masacraron Xàtiva (saquearon, incendiaron y destruyeron la ciudad, asesinaron a sangre fría miles de vecinos y desterraron a Castilla a los pocos supervivientes).

La caída de València capital a manos de los ocupantes borbónicos (8 de mayo de 1707) representó el inicio de una brutal represión, que se concretaría con miles de detenidos, encarcelados, condenados, confiscados y ejecutados. Y con el inicio del proceso de destrucción del edificio político valenciano (consejos municipales, Cortes, y Generalitat) fundado en la época de la conquista de Jaime I (siglo XIII). El 29 de junio de 1707 se publicaba el Decreto de Nueva Planta que sería el inicio de un proceso de implantación de una nueva administración que, durante las décadas posteriores a la ocupación, estaría, siempre, en manos de personajes forasteros antivalencianos.

También con la caída de València se inició el proceso de prohibición y persecución de la lengua y de la cultura valencianas, que fueron reducidas a la categoría de sistema de las clases rústicas e iletradas. Y los grandes edificios civiles de la ciudad (Llotja de la Seda, Drassanes) fueron confiscados y convertidos en cuarteles militares para alojar a la soldadesca borbónica, que era la que ejercía la represión a pie de calle. Felipe V ordenó que todas las banderas cuatribarradas esculpidas en la muralla de la ciudad fueran destruidas "para que los valencianos olviden que un día fueron libres".