Tal día como hoy del año 1724, hace 299 años, en Madrid; el rey Felipe V —el primer Borbón hispánico—, abdicaba formalmente y coronaba a su hijo y primogénito Luis, que reinaría como Luis I, y que sería popularmente llamado "el rey de las fiestas". Según las fuentes documentales, después de la abdicación, Felipe V y su segunda esposa Isabel de Farnese (madrastra de Luis) siguieron gobernando de facto desde el palacio de San Ildefonso de la Granja, situado en un paraje boscoso a ochenta quilómetros al norte de Madrid; mientras que Luis I —que tenía dieciséis años— y su joven esposa Luisa Isabel de Orleans —que tenía quince—, reinaban desde la corte de Madrid, pero tan solo se dedicaban a organizar y a celebrar fiestas.

Luis tuvo una vida efímera pero muy polémica. Cuando fue coronado, era conocido como uno de los mejores clientes de los prostíbulos de peor reputación de la "Villa y Corte". Desde la primera adolescencia, a menudo se escapaba de las férreas medidas de seguridad de palacio, y con sus amigos de la corte —hijos del servicio o de nobles cortesanos— frecuentaba estos establecimientos. En varias ocasiones, la Guardia Real lo había localizado encamado con una prostituta o con alguno de sus amigos del grupo; y para evitar que lo devolvieran a palacio, escapaba y se producían carrerillas que eran ampliamente comentadas por la población de Madrid. Cuando esta conducta trascendió hasta las cancillerías, Luis de Borbón se convirtió en el hazmerreír de todas las cortes de Europa.

El reinado de Luis también fue muy efímero y polémico. Su joven esposa y prima sufría un trastorno límite de la personalidad, que se intensificó después de la coronación. Según las fuentes documentales, Luisa Isabel se presentaba totalmente desnuda en las recepciones oficiales; limpiaba los cristales de palacio con su ropa interior; y orinaba y defecaba en los pasillos y en las salas de la corte. Luis pidió a su padre la reclusión de su esposa, pero poco después, el joven rey enfermó, oficialmente de viruela y extraoficialmente de una enfermedad venérea; que, en cualquiera de los casos, lo condujo a la muerte en tan solo siete meses (31 de agosto de 1724). En cambio, Luisa Isabel, que lo había cuidado hasta el último aliento, sorprendentemente no se contagió de la viruela.