Tal día como hoy del año 1640, hace 380 años, el rey hispánico Felipe IV declaraba formalmente la guerra a Catalunya. El Dietari de la Generalitat consigna, en aquella fecha, la recepción de una misiva oficial firmada por el rey Felipe IV, encabezada con el título “Las cargas que su magestat haze al principado de Cathalunya”.  Aquel título revelaba claramente que aquellas pretendidas acusaciones no iban dirigidas contra ningún particular ni contra ningún colectivo (bandas delictivas, organizaciones criminales, o conjuras de rebeldes); sino contra el estado catalán. Por lo tanto, aquella misiva se consideraba una declaración formal de guerra contra Catalunya, redactada en los mismos términos que una declaración de guerra contra un país extranjero previamente ocupado.

Aquella declaración formal venía precedida -y era la culminación buscada- de una larga ocupación militar que se había iniciado en 1635. El ministro plenipotenciario Olivares, después de intentar imponer la Unión de Armas (una maniobra que pretendía destruir el pacto fiscal bilateral entre Catalunya y el poder central), había declarado la guerra a la monarquía francesa, y había emplazado -a propósito- el principal frente de guerra al límite entre el Rosellón y el Languedoc. Aquel movimiento había permitido a Felipe IV, sin la imprescindible autorización de la Generalitat, instalar en Catalunya 40.000 Tercios hispánicos, imponiendo a la población civil la obligación de alojarlos. Durante aquellos cinco años (1635-1640); los Tercios se habían comportado como un ejército enemigo en territorio ocupado.

Las ocho "cargas" que Felipe IV detalla para justificar la declaración de guerra eran: “1. Haver invadido las reales banderas de su magestat; 2. Haver sacado al deputado y demás presos de las cárceles; 3. Haver quemado a Montredon sin confesión; 4. Haver muerto el doctor Berart; 5. Haver muerto al virrey; 6. Haver perseguido todos los ministros reales y no haver hombre que por parte del rey osse mostrar la cara; 7. Tener impedida la justícia que no se puede hazer nada; i 8. Fortificarse sin licencia ni saber contra quien sinó que sea contra su rey”. Este contenido confirmaba el verdadero papel de Catalunya dentro del edificio político hispánico: un estado únicamente vinculado al poder central a través de la figura de un rey que, previamente, había jurado las Constituciones catalanas.