Tal día como hoy del año 1738, hace 285 años, se firmaba el Tratado de Viena, que ponía fin a la Guerra de Sucesión polaca (1734-1738). Aquella guerra civil había sido, en realidad, un conflicto internacional que había enfrentado a los dos grandes bloques políticos y militares continentales: por una parte, el eje borbónico París-Madrid, que daba apoyo al partido del candidato Estanislao Leszczynski; y por otra parte, las potencias centrales europeas, que gravitaban en torno a los Habsburgo austríacos, y que combatían por la causa de Augusto de Sajonia. La Guerra de Sucesión polaca fue una consecuencia del cierre en falso de la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715), donde habían participado los mismos contendientes agrupados en los mismos bloques.

En los tratados de paz que tenían que poner fin a la guerra hispánica, firmados veinticinco años antes (Utrecht, 1713), la cancillería de Madrid había entregado el reino de Nápoles a Austria. Pero en 1734, al inicio del conflicto polaco, el ejército de Felipe V había atacado el flanco sur de los dominios austríacos y había iniciado la invasión del reino de Nápoles. Pasados cuatro años, cuando se firmó el Tratado de Viena que ponía fin al conflicto sucesorio polaco (1738), el ejército borbónico español ya tenía el dominio efectivo del territorio napolitano, pero la nueva administración hispánica todavía no se había atrevido a poner en funcionamiento el aparato represor contra los catalanes austriacistas que, después de la derrota de 1714, se habían exiliado en Nápoles.

Aquel Tratado de Viena de 1738, entre otras cosas, consagró el cambio de dominación de Nápoles. Con la única condición de que el rey que gobernaría en Nápoles no podía ser el mismo que el que reinaba en Madrid. Sin embargo, a partir de aquel momento, la nueva administración borbónica desplegó todo su aparato represor y obligó a todos los disidentes del régimen, buena parte de los cuales eran el colectivo de exiliados catalanes de 1714, a replegarse, definitivamente, en Viena. Los catalanes exiliados que ya habían abandonado la península italiana en 1734 serían, también, los pioneros del proyecto Nueva Barcelona, en los Balcanes, promovido por Ramon Vilana-Perles, ministro plenipotenciario del emperador Carlos de Habsburgo; y que acabaría prematura y precipitadamente.