Tal día como hoy del año 1789, hace 235 años, en Barcelona, estallaba una revuelta urbana que duraría tres días en protesta por el aumento desorbitado de precio de los productos alimenticios básicos de la época (pan, vino, carne, aceite). Esa revuelta fue denominada "Rebombori del pa". Según Rafael d'Amat, barón de Maldà y autor del diario “Calaix de sastre”, en tan solo seis meses (desde agosto del año anterior) el precio del pan se había incrementado en un 50%, lo que había provocado un formidable disturbio. Amat dejó escrito que "se alborotó de mala manera el pueblo bajo, pasando a quemar todas las barracas del pan (tiendas donde se vendía pan) y el pastim (el horno municipal que tenía el monopolio de la cocción)".

Según la investigación historiográfica, ese incremento desorbitado (que arrastró el precio de los demás alimentos básico) se produjo por la suma de tres factores. El primero, la cosecha escasa del verano anterior, provocada por una sequía extrema. El segundo, la existencia de una red de acaparadores y especuladores de grano, que actuaban con la connivencia de las autoridades borbónicas del país. Y el tercero, la privatización de la "panadería municipal". Pocas semanas antes del estallido de la revuelta, el Ayuntamiento de Barcelona (controlado por elementos locales afectos al régimen borbónico) y el capitán general González Bassecourt, habían adjudicado la "panadería municipal", hasta entonces gestionada por el gremio de panaderos, a la empresa privada Torres y Compañía.

En la protesta que se concentró en Pla de Palau, el capitán general González Bassecourt ordenó una carga de caballería contra los manifestantes. Y en las de las calles de El Born y El Raval, ordenaría la dispersión de los manifestantes con cargas de la infantería a bayoneta calada. En ambos casos, con resultado de varios muertos entre los manifestantes. Al día siguiente, asustado por el cariz de los acontecimientos, González Bassecourt se refugiaría en la Ciutadella. Mientras tanto, el conde de Aranda —ministro plenipotenciario de Carlos IV— lo cesaba fulminantemente y lo sustituía por el general de Lacy, que al llegar a Barcelona ordenaría rebajar los precios a las cifras anteriores a la crisis, pero que desataría una brutal represión contra los líderes de la revuelta.